José Ortega Cano no se lo explica. Y ayer lo volvió a repetir en el juicio en el que le piden cuatro años por un accidente mortal. Él, lo jura, «no bebió una gota de alcohol», aunque reconoce que mojó los labios en una copa de cava y tomó una Coca-Cola. Así que el ex torero no entiende cómo, con esa exigua ingesta, dio el triple de lo permitido en el test: 1,26 gramos de alcohol por litro de sangre.

Ortega Cano declaró ayer ante la titular del Juzgado de lo penal número 6 de Sevilla, pero no aclaró gran cosa sobre lo ocurrido la noche del 28 de mayo de 2011, cuando el vehículo que conducía chocó con el que guiaba Carlos Parra, un vecino de Castilblanco de los Arroyos (Sevilla) de 38 años de edad, que falleció.

El viudo de Rocío Jurado dijo a la juez que recuerda todo lo ocurrido aquella tarde, excepto los minutos previos al choque, cuando supone que sufrió una especie de «vahído» o «un mareo» fruto de la arritmia cardiaca que padece.

El ex matador admitió que en la hospedería La Plata de Castilblanco de los Arroyos, donde estuvo hasta las 18.30 horas, se «mojó los labios» con la copa de cava que le había servido la camarera, y que lo hizo «para no desairarla». El alcohol, informó a la juez, «es un veneno» para él, que no es un «hombre de bares», sino amante «del campo, el deporte y la vida sana».

Sólo bebió cava en su boda con Rocío Jurado, dijo el ex torero, antes de reconocer que cuando ella murió en 2006 se sintió «muerto en vida» y se refugió en la bebida durante unos meses.

Pese al peritaje que sitúa su velocidad en 125 kilómetros por hora y los tres testigos que denunciaron su conducción peligrosa, Ortega dice que en ningún momento circuló a más de 80 kilómetros por hora ni es cierto que en el último de los bares donde paró -y se tomó una Coca-Cola- se dejara el motor en marcha y las luces encendidas.

Sobre el momento del choque, el torero dijo que no recuerda haberlo visto, pues, en caso contrario, se tira «por un barranco con tal de no impactar contra otro coche».

José Ortega Cano dijo ayer a la juez que la muerte de Carlos Parra, cuya viuda e hija asistieron a la vista, es algo que siempre llevará sobre la espalda. De hecho, agregó, mucho tiempo después del accidente aún seguía en tratamiento psicológico. No le dolían «las heridas, sino la muerte de otra persona», afirmó el ex torero, quien se quejó de que se le ha «tergiversado por ser un hombre público», razón por la cual se siente víctima de una «injusticia enorme».