El naturalista británico Charles Darwin (1809-1882) sentía que escribir su teoría de la evolución, base de la biología como ciencia, era como «confesar un asesinato», según le reveló a su mejor amigo en unas cartas. Darwin mantuvo durante años correspondencia regular con el botánico inglés Joseph Hooker (1817-1911), con el que compartió algunos de sus sentimientos más privados, como la tristeza por la muerte de su nuera o sus reticencias acerca de su trabajo. Fue con Hooker con quien Darwin expuso por primera vez su revolucionaria teoría sobre el origen de las especies, que contradecía directamente a la religión, una atrevida afirmación que sólo compartió con su amigo en prueba de la confianza que le profesaba.