Tardó dos meses en aprender a hablar y pensó que nunca más volvería a cantar, pero el tenor Rolando Villazón casi agradece el quiste en la garganta que le apartó un año de los escenarios porque la experiencia le ha permitido, entre otras «gloriosas», escribir su primera novela, «Malabares».

«Fue un año duro, pero muy lindo y lo repetiría sin dudar. Tardé dos meses en aprender a hablar otra vez, un mes más en conectar cinco notas y cuando, por fin, pude juntar líneas melódicas me di cuenta de que lo que quería era cantar, cantar bajo la ducha, y si lograba volver a los escenarios, a grabar, eso ya sería un extra», confiesa en una entrevista con «Efe».

En ese proceso hubo lágrimas, pero «de felicidad». Una noche llevó a sus hijos, Dario y Mateo, a la cama y les cantó, en la audición «más difícil» de su vida, «su» nana, la que dice -y la entona- «riquirán, riquirón, vamos a mecernos al sillón». «Y seguí cantando. La acabé y salí con lágrimas y le dije a mi esposa, Lucy, "ya lo logramos" y nos abrazamos. Todo lo que me sucede en mi carrera es un regalo. Estoy felicísimo, estoy viviendo los momentos más dichosos, más intensos de mi carrera como cantante de ópera», subraya Villazón.