La religiosa Lucía Caram ha revolucionado las redes sociales. Hace unos días tenía 25.800 seguidores en Twitter. Sus palabras rebosan la vitalidad que le impide permanecer encerrada en su convento de Manresa y la lleva a no permanecer callada y a denunciar los abusos cometidos en la sociedad en sólo 140 caracteres.

-¿Ser monja de clausura y asomarse a diario al mundo a través de las redes sociales es una contradicción?

Yo creo que las redes sociales, y sobre todo Twitter, nos permiten con poca palabrería transmitir y poblar también las redes, que están plagadas de mucha crispación y mucha indignación, de iniciativas y de ideas positivas. Twitter ha de servir además de amplificador de la situación de los que lo están pasando peor. Las redes sociales me permiten decir qué es lo que estoy contemplando y estoy viendo. Contemplar no es sólo poner los ojos en blanco y mirar al cielo, sino ver lo que pasa en el corazón de la humanidad y pedir que todos nos impliquemos.

-Cada vez son más las personas que lo pasan mal.

Y lo peor de todo es que la pobreza se cronifica. Con esta crisis han surgido nuevos pobres. Los que ya eran pobres lo son aún más. La distancia entre ricos y pobres también es cada vez más grande. Los brotes verdes que augura el Gobierno aún no han llegado al bolsillo de la mayoría de la gente. Nos toca seguir esperando contra toda desesperanza.

-¿Hacen falta menos palabras y más hechos?

Estamos en una sociedad en la que se habla demasiado, en la que falta compromiso y en la que a veces se escriben muchas tonterías. Estamos tan vacíos que escribimos sin decir nada, por ir con tantas prisas y con tanto estrés. Es bueno que Twitter nos dé la posibilidad de pensar qué es lo que vamos a comunicar. Y es muy interesante poder infectar redes positivamente.

-¿Cristo "tuitearía" si viviera?

Yo creo que fue el primer "tuitero". El Evangelio está compuesto por frases cortas que entran perfectamente en un "tuit". Es muy revelador. Cristo ya dijo que nada quedaría oculto, que todas las verdades se gritarán en los tejados. Y, efectivamente, vivimos unos tiempos en los que nada queda oculto. Las redes y los medios de comunicación hacen que necesariamente tengamos que ser transparentes.

-No habría que escandalizarse de una monja "tuitera"...

Evidentemente. Pero estamos en una Iglesia patriarcal, a la que se le ha pasado el tren de la Historia. En este sentido, Francisco ha traído un poco de normalidad. Si antes me descalificaban, ahora el Papa me ha redimido, ya que apoya todo el tema de la redes sociales. Cada uno tiene que ser fiel a su conciencia. El Evangelio no vende ninguna ideología ni controla las conciencias ni da recetas morales. Es una buena noticia que nos tiene que ayudar a ser personas mejores y trabajar por la justicia. Cristo no vino a inaugurar ninguna religión, sino a instaurar un nuevo orden. Así que la religión no puede ser una nueva ideología ni un organismo de poder para controlar a la gente, como algunos pretenden. Y esto nos pasa factura. La Iglesia tiene que aprender a vivir en pobreza y a la intemperie, durante muchos años hemos vivido junto a mucha porquería.

-¿Se refiere a los casos de pederastia en la Iglesia?

En la ONU el Vaticano ha reconocido públicamente estos abusos y se ha pedido que las diócesis tomen medidas. No es que sólo ocurran dentro de la Iglesia, pero es mucho más grave que se dé en personas que están comprometidas con el Evangelio. Ante esto yo digo: tolerancia cero. Que reciban atención psicológica, psiquiátrica... Pero que sean expulsados del ministerio que ejercen.

-El nuevo cardenal Fernando Sebastián comparó la homosexualidad con una deficiencia tratable.

No lo comparto. El Papa ha sido clarísimo y está siendo clarísimo con todas sus actitudes. Afirma que no es nadie para juzgar, y si no es nadie para juzgar, no puede considerarse una enfermedad. Todos tenemos errores, pero la orientación sexual no es un pecado ni una desorientación de la naturaleza. Tenemos que acoger. Me sorprenden las palabras de Sebastián. Dentro de la Conferencia Episcopal abrió camino en un momento muy complicado y tuvo un papel determinante. Su labor fue muy buena. Eso no quiere decir que esté de acuerdo al cien por cien con todo lo que diga. Creo que la emoción por el nombramiento le ha podido hacer abrir demasiado la boca. Es una persona mayor, que recibirá el capelo como reconocimiento a su trayectoria, pero que no tendrá voz decisiva en la Iglesia.

-¿Qué opina del matrimonio entre personas del mismo sexo?

Yo siempre me pregunto qué haría Jesús, y Él siempre bendecía. Nunca maldecía. El matrimonio y el amor siempre son bendecidos. Que institucionalmente se nieguen a elevarlo a la categoría de sacramento es otra cosa. Pasarán muchos años para eso. Yo no me siento capaz de condenar a nadie. Estamos llamados a bendecir cualquier tipo de amor. El que no bendice, maldice. Y eso es pecado.

-¿Cree oportuna una reforma de la ley del aborto?

Yo estoy a favor de la vida siempre. El aborto siempre es un fracaso y la mujer que llega a esta situación siempre lo experimenta así. Pero yo nunca condenaré a una mujer o a una pareja que lo decida. Estar embarazada es una cuestión de dos. Habrá casos en que lo decida la mujer sola y otros muchos en que sea la pareja. Tenemos que ser respetuosos y que la mujer no sea la única que cargue con toda la responsabilidad. Habrá que buscar facilidades para las personas que quieran tener un hijo. Pero quienes tomen libremente la decisión tienen que ser las personas. La Iglesia no puede meterse ahí. Ni siquiera Dios, que por algo nos hizo libres. La Iglesia no tiene nunca que imponer su ética de máximos a la sociedad. Tiene que haber una ética de mínimos común a todos los ciudadanos. La Iglesia podrá marcar pautas a quienes libremente han asumido abrazar la fe dentro de esta comunidad, pero no tiene derecho a presionar ni a obligar a nadie a que se tomen medidas en función de unos valores religiosos. Hay que separar la religión de la política, acompañar a la gente, formar las conciencias y volver al Evangelio, donde hay muy pocas cosas mandadas y prohibidas.