"Terral" tiene que ver con un viento, una brisa de la Málaga natal de Pablo Alborán, y también con un cambio en la producción discográfica y conceptos del cantante. Regresa con disco nuevo tras arrollar en mercados y entre el público en los últimos tres años. Se fue a grabar a Los Ángeles con el productor Eric Rosse para "vislumbrar" un camino distinto. Alborán bautizó el disco como "Terral" y desvela a LA NUEVA ESPAÑA el proceso de creación y grabación, a la par que el recorrido de su éxito.

-¿"Terral" es un recuerdo de infancia, de su vida?

-Pues sí. Son sonidos que me venían de pequeñito. Y en otros discos a lo mejor no encartaban como ahora. Sonidos como la bossa. Quería encartarlos, transmitir esa sensación de que te estoy cantando a ti, que no hay nada que condicione, que perturbe la conexión entre el oyente y yo. Es cercanía

-¿Es un disco de consolidación?

-Cuando hice el tercer disco ya me decían que si era la consolidación. De todos modos, no es correcto que lo diga yo. Pienso que hay un largo camino por delante. Me siento aprendiz y seguiré siendo aprendiz. Pero sí, siento que es un disco que vislumbra hacia dónde quiero ir, a través de cosas como la producción o tocar todos los temas. Y Eric ha ejercido de maestro, me ha dado una oportunidad nueva, un aprendizaje, pero es un gran paso.

-¿Tanta fama y éxito producen ataques de pánico?

-Desde fuera se ha visto más locura de lo que es. Es verdad que son muchas emociones. Soy normal, de costumbres sencillas, y cuando vuelvo a casa nada ha cambiado. Lo que pasa es que el volumen de trabajo es más grande. Ataques de pánico como tales no; estrés, cuidarse y no defraudar sí.

-¿Y eso de abstraerse de todo y volver a la normalidad, a hacer la compra en el supermercado, era fundamental para componer este disco?

-Esa frase se me va a quedar para la vida. La verdad es que el disco anterior lo hice mientras viajaba en un avión o en un tren, en mitad de una gira. Este disco llega del cambio de compañía, de productor, todo cambió para positivo. Pero necesitaba volver a la normalidad de mi casa y escuchar en vez de estar todo el día cantando. Buscar esa frescura.

-¿Lo de Eric Rosse es para cambiar el "sonido Alborán"? ¿Qué se encuentra de nuevo?

-Me dieron una lista de productores, todos eran grandísimos. Yo quería que pudieran entenderme. Y vi que Eric había trabajado con Chris Isaak o Tori Amos. Me dije ¡éste hizo de todo!; en un primer encuentro vi la conexión fuerte. Entendí que me ayudaría mucho a crecer. No tiene ego, le da protagonismo a todo y a todos, sumamos. Quería el sonido de alguien que fomentara mi esencia y fue lo primero que hizo en Los Ángeles. Quiso que tocara piano y guitarras y a partir de mis maquetas. Y así fue.

-¿Hay una canción que se llama "Gracias", un gracias a los fans, a sus seguidores?

-Más que para los fans es una canción que cuenta lo que pasa entre bambalinas; es más, gracias a la vida por poder dedicarme a lo que me dedico. Lo dice el estribillo: "Quizás me viste sonreír cuando más quería huir, pero lloré de la emoción cuando cantabas junto a mí...". Es una confesión, decir que cuando se tiene un día malo vosotros habéis provocado que me riera. Éste es el concepto, una confesión de lo que pasa detrás. Lo defino como la familia que cuida de mis canciones.

-¿Y qué público ve desde fuera?

-Hay de todo. Madres, abuelas, hijas, hijos, nietas, niñas. Vi en las redes sociales un mensaje de una niña de 4 años, con su madre, que decía que no iba al colegio si no le ponían mi disco. Detalles muy bonitos.

-Resultó bien su dúo, su experiencia con Carminho.

-Con Carminho fue espectacular. Es una mujer a la que quiero mucho, la considero como si fuera una hermana en otra vida.

-¿Cómo surgió el encuentro para grabar juntos?

-Tras el disco en acústico. Simone Bosé (el que fuera alto ejecutivo de Emi) me enseñó un disco de Carminho que se llamaba "Fado" y me enamoré. Era un disco tradicional, pero cuidado desde una visión actual del fado, de una producción joven. La llamé para que colaborara y me dijo que sí, sin ningún problema. Nos metimos en la habitación de un hotel y en media hora grabamos la canción.

-¿En media hora?

-Lo juro. Y Luis Guerrero, el guitarrista portugués, también sacó el tema en cinco minutos. Desde ese momento seguimos en contacto, nos cuidamos, hablamos y estamos pendientes. Ella me ha dado la oportunidad de llegar a un país que me tiene enamorado.

-¿Tiene pensada alguna colaboración nueva para el directo?

-Siempre estoy abierto. En este disco hago con Ricky Martín "Quimera". Es fundamental tocar algunos palos nuevos y también me gusta componer para otros artistas.

-Cambió de registro antes de la despedida, para usted internet fue importante. ¿Qué valor le da a la red?

-Significa todo. Pero es un arma de doble filo. Por otro lado, no hay periódico sin versión digital, ni artista que no lo utilice, además del poder de las redes.

-¿Y durará el formato físico con lo digital, serán capaces de convivir un tiempo juntos tal y como evoluciona la tecnología?

-Soy fetichista. Me gusta el olor del libro, el material del disco. Poner los cascos y escuchar, supongo que lo mismo que hacía mi padre con los vinilos. Que el formato cambie, pero sin perder esencia, no es sólo por la música, el cine, el teatro, todo.