Mariola RIERA

"No soy ese tipo de chica", proclama Lena Dunham desde la portada de su primer libro (Espasa), un título que automáticamente lleva a pensar que la autora es irremediablemente ese tipo de chica: veinteañera fashion y de moda (la omnipresente Taylor Swift la tiene en su listado de amigas) con un punto rebelde (y caprichoso) que le lleva a independizarse muy pronto en la salvaje Nueva York (donde nació en 1986), pero con la seguridad del colchón familiar siempre tendido en el suelo para amortiguar la caída.

A estas alturas Dunham no ha necesitado utilizar ese colchón, pues el éxito de la serie que ha creado, "Girls", que también protagoniza, le permite tener bastante ceros en su cuenta corriente y darse los caprichos de "ese tipo de chicas" que ella dice no ser. A esto ayuda también los 3,5 millones que le dio Random House para publicar un libro que nació -como ella ha dicho en varias ocasiones- como una especie de memorias (sí, de una veinteañera, pero memorias).

El triunfo en la pequeña pantalla ("Girls" ha recibido varios premios, va por la cuarta temporada en EE UU, en el canal HBO; en España se puede ver en Canal Plus) le ha llevado a escribir esta especie de manual en el que aborda todas esas cuestiones que ella cree que interesan a las chicas de su generación, las veinteañeras, esas que no son las poderosas e inestables mujeres de "Sexo en Nueva York", pero tampoco las "teen" que predominan en las series americanas.

"Tengo 20 años y me odio a mi misma", sentencia la chica nada más empezar en la introducción, para acto seguido dar señales de lo que entiende por rebeldía: "Me tiño el pelo de amarillo fluorescente y me lo corto más por delante que por detrás" o "Mi madre y yo tuvimos una pelea enorme cuando elegí una camiseta corta con estampado de plátanos y unos leggins rosas para ir al Vaticano".

Convencida de que sus consejos interesan y serán de ayuda para que las jóvenes no pasen por los "traumas" que ella pasó (quizás el éxito de audiencia de "Girls" le lleva a pensar esto, no sin razón), Lena Dunham aborda en su ópera prima variopintas cuestiones: desde cómo perdió la virginidad, hasta el número de veces que se ha puesto dieta; por qué adora Nueva York; qué lleva en el bolso; el día que le diagnosticaron endometriosis; o sus ganas locas de ser madre.

Esta defensora de Barack Obama, amante de los perros y obsesionada con la muerte (desde que nació) avisa a sus seguidoras de que todo lo que cuenta no tiene que ser tomado al pie de la letra ni que sus consejos han de verse como dogmas de fe: "No, no soy una experta en sexo, ni una psicóloga o una dietista. No soy madre de tres hijos ni la dueña de una exitosa franquicia de calcetería".

Pero ella cuenta sus cosas, con la esperanza de que las veinteañeras norteamericanas -las españolas han de leerlo con la distancia a la que obliga su madurez menos desarrollada en todos los sentidos- encuentren, si lo necesitan, un espejo donde mirarse.

Con todo, quizás lo más útil de la vida de esta treintañera en ciernes -y en este caso vale para todas, incluidas las españolas- es lo que no se cuenta habitualmente de Dunham: que está entrada en kilos, pero que eso a ella, independientemente de la coña con lo que se lo toma en el libro, le importa un pito.

En un momento en que las chicas de medio mundo luchan por meterse en una talla 36 como pasaporte para triunfar en el mundo del espectáculo, la neoyorquina se pasea por las alfombras rojas con su oronda figura y no tiene reparos en posar con sus estilizadas y perfectas amigas (la citada Taylor Swift. por ejemplo).

Y así, gorda, sin esconderse, ha triunfado en el mundo del cine y de la moda. Con seguridad, valentía y mucha, mucha cara. Esa sí es el punto rebelde de Lena Dunham.