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La casona de Verines hospeda las preocupaciones de los dibujantes

Los Encuentros de Pendueles reunieron a ilustradores, historietistas, guionistas y editores en un tiempo de creatividad, cambios y dificultades

Elena Odriozola. EMILIO GRACIA CEA

En los Encuentros de Verines se pudo saber este año -y van 31- qué les preocupa, cómo se sienten y cómo logran ingresos las personas que quieren ganarse la vida dibujando. "Imágenes escritas, palabras ilustradas" han sido dos días de monólogos, diálogos y coros de una veintena de ilustradores, historietistas, críticos y editores que fueron dando su visión del arte gráfico impreso en un orden tan literario como el alfabético.

Hubo de todo, el guionista Antonio Altarriba (Zaragoza, 1952) es Premio Nacional de Cómic 2010 por "El arte de volar", una novela gráfica dedicada a la vida y penas de su padre en la Guerra Civil y en el exilio, pero también es profesor y explicó cómo el cómic volvió a reunir el dibujo y la letra que habían evolucionado desde la imagen del bisonte, al jeroglífico y al kanji, que son símbolos.

Pablo Auladell (Alicante, 1972), ilustrador, reivindicó lo artesanal y renegó de las calificaciones de artista y autor. Considera la novela gráfica un sello comercial para las editoriales y abomina de que se dibujen centenares de páginas cuando se pueden limitar a 48. Ángel de la Calle (Molinillo de la Sierra, Salamanca, 1958), en cambio, defendió la narración de largo aliento porque la necesitó para su biografía gráfica de la fotógrafa Tina Modotti.

Lo que une a los artistas de estas distintas expresiones es el dibujo. Fernando Vicente (Madrid, 1963) empezó haciendo historietas en "Madriz", una revista de cómics municipal de la Movida tardía, y cuando el final de los ochenta arrasó con todo pasó a ser director artístico de una agencia de publicidad durante casi 10 años. Del rebote de esa actividad nacieron a la vez el ilustrador de pin-ups para una revista masculina, luego el retratista de escritores y apologista del libro y también el pintor de mapas y maquinarias sobre figuras humanas. "El mejor momento para la ilustración es ahora. Es malo para cobrar porque bajan las tarifas. Pero ahora hay dibujos en la publicidad y en las portadas de los libros y hace 20 años todo tenía que ser foto. Y se ha recuperado el libro ilustración para adultos, un poco como libro objeto. Espero que esto continúe mucho. Es mal momento para mi parte pictórica. La galería que me llevaba cerró después de 40 años".

¿El futuro de la novela gráfica?

Kim, que llegó a este género hace cinco años y besó el santo del Premio Nacional de Cómic junto a Altarriba, cree que "en el futuro cabe todo. La novela gráfica ya existía. Hace años que hay autores que cuentan su vida, historias de amor, temas que entran más en la novela. El cómic siempre ha sido aventuras, tiros, cowboys, guerra, ciencia-ficción. La novela gráfica va más por el relato del día a día, aunque también puede ser de aventuras".

¿Futuro de la ilustración? A Noemí Villamuza (Palencia, 1971) le va bien. "No tengo tanto trabajo como hace tiempo, pero no paro. Cobro menos, pero hay alternativas. Trabajo on-line y me acerco a Bogotá a dar un taller. Compenso la bajada de la obra impresa con la subida de la formación y me gustaría que dar cursos me proporcionara tranquilidad para el mes a mes y me diera tiempo para proyectos personales en los que meterme durante un año. Tendremos que estar más al loro en formarnos, soltarnos en las redes sociales, estar al cabo de la calle en libro digital, nuevos sistemas operativos, nuevos soportes, libros que se hacen de otra manera".

Elena Odriozola (San Sebastián, 1967) es Premio Nacional de Ilustración 2015 y, aunque tiene trabajo, siente que es muy difícil vivir de su oficio. "Cada vez dedico más a cada libro y no es soportable económicamente. Aguanto porque me dieron dos premios económicos. Hay pocos editores que se esfuercen en vender los libros, que se van muriendo por el exceso de novedades editoriales". Frente a los afanes de subirse a la ola digital de Noemí Villamuza, Odriozola se define como "nada digital. Mi trabajo tiene que estar unido a la impresión. No disfruto igual de un buen papel que de una pantalla".

La persona que saca estas obras adelante es el editor. Jesús Egido (Ponferrada, 1959) tiene dos sellos: Rey Lear, a punto de cumplir 10 años, y Reino de Cordelia, que hará 5. Llegó a la edición desde el periodismo. Obtuvo un segundo Premio Nacional al Libro Mejor Editado con "El Transcantábrico", de Juan Pedro Aparicio. "Habrá edición mientras haya lectores. No sé si habrá lectores. Los próceres de la patria deberían contarnos si quieren que sea un país más bruto o decente. Si es decente habrá lectores y editores que los pongan en relación con los autores".

¿Ahora? "En el tiempo de la crisis de lectores se han quedado en la mitad. Voy aguantando y está bien, pero las tiradas se han reducido y he tenido que prescindir de compañeros de trabajo".

¿Por qué Egido da tanta importancia a los padres de la patria para que haya lectores?: "La educación de España es la que tiene más repetidores de Europa, ha tenido un hachazo brutal, ninguna Universidad entre las 200 primeras del mundo y hay un desprecio institucional enorme; como en el chiste de 'Les Luthiers', el ministro de Cultura es un cabo primero y cuando un concejal no puede cobrar eligen al de Cultura. Cuando empecé a trabajar de periodista una pregunta clásica al político era qué está leyendo. Si la haces ahora, lo pones en un aprieto. Los países que más leen son los que tienen mejor renta per cápita. Abajo del todo, Grecia. Luego Portugal y España. Urge una reforma educativa consensuada. Si hemos podido tener el mayor número de kilómetros de AVE del mundo en menos de 20 años, podremos llegar a ser uno de los países más cultos del mundo en 20 años. Pero el presupuesto para bibliotecas ha bajado el 70% y es de subsistencia. Cultura, Deportes y Educación conviven. ¿Se imagina alguien un Ministerio de Ejército y Sanidad?".

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