La alta política ya no es cosa de hombres. Así lo refrenda el protagonismo de las esposas y compañeras de algunos de los mandatarios más poderosos del planeta, que ya no se conforman con presidir fundaciones benéficas y acompañar a sus maridos a los viajes de Estado. Ellas pisan fuerte, y así lo atestiguan las aspiraciones de Hillary Clinton a llegar a presidir los Estados Unidos, como hizo su marido, Bill, durante ocho años.

Para prepararse a fondo, la abogada de Arkansas ha tenido un entrenamiento privilegiado como senadora por Nueva York, primero, y como secretaria de Estado (ministra de Asuntos Exteriores), en la primera legislatura de Obama. En realidad, siempre se ha calificado a Hillary de mandataria en la sombra, y no precisamente de modo peyorativo. Ella, con un brillantísimo currículum académico y profesional, fue el gran apoyo de su cónyuge para ser elegido gobernador de Arkansas por el Partido Demócrata y de ahí dar el salto a Washington. A los Clinton les gusta el poder, quizá porque llevan décadas instalados en él. Y esa baza, que la candidata a la nominación demócrata esgrime como ventaja, es también el gran obstáculo que la separa de parte de los electores, que opinan que la familia ya disfruta de demasiados privilegios.

De momento, Hillary maneja su campaña de manera firme, evitando, de forma muy planificada, la presencia del expresidente en los actos políticos. Pretende ser la primera mujer presidenta de los Estados Unidos, tras el intento fallido en 2008, y quienes la conocen aseguran que no parará hasta conseguirlo. Y la mejor manera de medir el "tirón" de la exsenadora son los donativos que recibe su campaña. Lleva recaudados casi 70 millones de dólares, de un objetivo de 2,5 billones. Bill, en el momento de aspirar a la nominación, en 1992, sólo sumó 62. La intención de voto a Hillary ronda el 37%, sólo seis puntos por debajo de los resultados que su marido obtuvo en el momento de su elección.

Así que ahora es Bill quien permanece en segundo plano, dedicado a la poderosa Fundación Clinton. Eso no quiere decir que no salte al ruedo para apoyar a su mujer cuando la ocasión y las encuestas lo requieran. Perfil distinto es el de Peristera Batziana, "Betty" para los íntimos, compañera del ex primer ministro de la República Helénica, Alexis Tsipras. A la ingeniera informática graduada y doctorada por la Universidad de Patras, poco interesada en acaparar el interés de los medios, se le atribuye una decisiva influencia en la vocación política de Alexis, desde los tiempos de la Universidad.

La pareja ha sido la primera de la historia griega en llegar a la residencia oficial sin estar casada. Betty ha sido durante treinta años compañera fiel del político griego, al que conoció en las aulas del Instituto Ampeloki, en el que pedían "el derecho de decidir por sí mismos si saltarse o no clase". A comienzos de los años noventa, Batziana convenció a su amado para que se uniese con ella a las Juventudes Comunistas de Grecia. De hecho, tiene fama de ser aún más extremista en sus puntos de vista. Están juntos desde 1987 y nunca han querido formalizar su relación pasando por el altar o por el Juzgado.

Y para primeras damas glamurosas e intelectuales, nadie como la ítalo-francesa Carla Bruni, esposa del expresidente francés Nicolás Sarkozy. Los que ponían fecha de caducidad al matrimonio se equivocaron. Carla, exmodelo y cantante, procedente de una familia aristocrática del norte de Europa, se implica en cuestiones políticas y apoya las nuevas aspiraciones de Sarko, empeñado en llegar de nuevo al Palacio del Elíseo. Tras las elecciones de 2012, Sarkozy fue desalojado de la Presidencia por el Partido Socialista de François Hollande.

Hoy Carla ejerce un efecto más que positivo en la imagen del político conservador, al que ha convertido de nuevo en padre y con el que viaja por el mundo y practica deporte. En 2013 la popularidad de Sarkozy subió seis puntos, de forma paralela al lanzamiento del cuarto álbum de estudio de su esposa, auténtica estrella de la "chanson". El disco tiene hasta una canción supuestamente dedicada al actual presidente Hollande, en horas bajas. Ni el mejor estratega idearía una campaña mejor para minar sutilmente al enemigo. Y mientras Carla y Betty ejercen un papel activo y Hillary se bate el cobre por todos los estados, queda por ver que hará Michelle Obama dentro de unos años. Quién sabe.