Curiosos los caprichos del destino. No deja de llamar la atención la coincidencia de fechas que, de alguna manera, ha vuelto a relacionar a dos enemigos acérrimos de la historia reciente de España. El mismo día en que falleció el polémico empresario José María Ruiz-Mateos murió, con escasas horas de diferencia, Elena Arnedo, la primera mujer de Miguel Boyer, el ministro que decretó la expropiación de Rumasa y por ello sufrió durante años el acoso y las burlas públicas del jerezano.

Arnedo estaba aún casada con Boyer cuando el entonces "superministro" socialista intervino, en 1983, el grupo de la abeja (logo de las empresas de Ruiz-Mateos), pero sería su nueva esposa, la famosa Isabel Preysler, la que sufriría las consecuencias públicas, como la de estar a punto de recibir un tartazo en plena calle de una de las hijas del industrial.

Un clásico es el "a que te pego, leche" que Ruiz-Mateos dedicó a Boyer en uno de sus encuentros a las puertas del Juzgado, en 1989, con el puño en alto dirigido a la cara del ministro. Otra coincidencia: José María Ruiz-Mateos murió el pasado 7 de septiembre, casi justo al cumplirse el primer año del fallecimiento de Miguel Boyer, el próximo 29 de septiembre.

Si la exhibición pública fue una constante tras perder Rumasa en la vida de Ruiz-Mateos, no menos fue la de Boyer, tras su romance y posterior boda, en 1988, con Isabel Preysler. Los encontronazos de ambos, siempre fomentados por el primero, no gustaban mucho a Boyer y a su familia.

La abundante prole del empresario se mostró más abierta a apoyar a su padre públicamente y algunos hijos participaron activamente en las "perfomances antiBoyer" (caso del tartazo a Preysler, por ejemplo). No así la del economista. Los dos hijos que tuvo con Elena Arnedo, Laura y Miguel, han sido siempre muy discretos y difícil es encontrar de ellos una fotografía en los archivos de los periódicos.

Distinto es el caso de Ana, la benjamina de la familia, que es una habitual de las alfombras rojas, como el resto de sus hermanos por vía materna. Con todo, por la parte del exministro la discreción en cuanto a los asuntos familiares siempre ha sido una constante. De ellos se sabe lo que ellos quieren y nunca se les ha visto una mala salida o metedura de pata.

En el caso de los Ruiz-Mateos, éstos han estado enzarzados en líos judiciales, con entradas en la cárcel (el cabeza de familia estuvo un tiempo y ahora dos de sus trece hijos) y problemas de calado en sus empresas. Esto ha hecho que replieguen velas y huyan cada vez que ven una cámara. Ni rastro, además, de la viuda, Teresa Rivero, años atrás una habitual de los medios por los anuncios que llegó a protagonizar de los productos que vendían en sus empresas y por la etapa como presidenta del Rayo Vallecano. La desaparición de Ruiz-Mateos ha vuelto a poner en la palestra a sus hijos y familia más directa. Que no es poca. A los 13 hijos que tuvo con Teresa Rivero -con la que estuvo casado 51 años, aunque la relación al final acabó como el rosario de la Aurora- hay que sumar una supuesta hija ilegítima, Adela Montesdeoca, nacida de una relación extramatrimonial del empresario. Precisamente su lucha para ser reconocida como la hija número 14 ha llevado a prohibir la incineración del cuerpo de Ruiz-Mateos para poder realizar una prueba de ADN.

Pero no sería de extrañar que al jerezano, que falleció con 84 años en una residencia de El Puerto de Santa María, le saliesen más hijos ilegítimos. Porque, aparte de la madre de Montesdeoca, tras su muerte se ha conocido otro "affaire" fuera del que parecía un casto y ejemplar matrimonio con Teresa Rivero. La última -tal y como desveló "Vanitatis"- Marta González, una valenciana que dice haber compartido la friolera de 18 años de relación con él, quien de cara al público presumió de amante esposo y cabeza de familia impecable. Cómo se tomaron y se toman estas cosas en la familia es un misterio. Los Ruiz-Mateos han optado por copiar a los Boyer y dar la callada por respuesta en aquellas cosas que, como en las buenas familias, sólo interesan de puertas adentro.