Más allá de la sífilis, de la absenta o de su dudosa reputación, hubo un tiempo en que los lupanares y las prostitutas nutrieron de inspiración a los artistas que superpoblaban París en el siglo XIX. En ese tiempo, no sólo circunscrita a los burdeles, la prostitución se infiltraba por todos los poros de la ciudad y hasta se legalizaba su práctica por ser considerada "un mal necesario para aplacar la brutalidad de las pasiones del hombre". Sobre ese tiempo, el Museo d'Orsay arroja una mirada documentada en la exposición "Esplendores y miserias. Imágenes de la prostitución 1850-1910".