En la intersección de dos autopistas estatales, la 46 y la 41, cerca de la localidad de Cholame (California), a unos 300 kilómetros al noroeste de Los Ángeles, perdió la vida un rebelde. Su nombre era James Dean y hoy se cumplen 60 años de su muerte.

En torno a las 17.45 horas del 30 de septiembre de 1955 se produjo el choque frontal entre su Porsche 550 Spyder plateado, al que llamaba cariñosamente "little bastard" ("pequeño bastardo"), y un Ford Tudor blanco conducido por un joven estudiante llamado Donald Turnupseed, que salió prácticamente ileso de la colisión.

Junto a Dean, en ruta hacia una carrera de coches en Salinas, viajaba el mecánico alemán Rolf Wütherich, que salió despedido del vehículo. Resultó herido grave, pero tras recuperarse jamás habló sobre el accidente. Dos horas antes del choque habían sido multados por exceso de velocidad.

En cambio, "el rebelde de América", como fue bautizado por Ronald Reagan, sufrió varias lesiones graves, incluida una fractura de cuello, y la muerte le sobrevino de forma instantánea.

En ese preciso momento comenzó su leyenda y nació un icono americano, marcado por esa belleza congelada en el tiempo y esa actitud rebelde y desafiante a la par que vulnerable y angustiosa que definiría a la juventud de la posguerra.