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"Homeland" regresa a la buena senda

El primer capítulo de la quinta temporada refuerza las buenas sensaciones de la anterior, con Carrie Mathison refugiada en Berlín y los hackers atacando a la CIA

La relativa sorpresa que supuso la primera temporada de Homeland, con sus personajes atormentados y tormentosos, quién sabe si buenos o malos o falsos o sinceros, se ganó a gran parte de la crítica y a mucho público. En la segunda las cosas empezaron a pasarse de castaño oscuro con algunos giros argumentales mosqueantes que llegaron a hacer la trama delirante por momentos (aunque aún divertida), pero en la tercera el peligro de derrumbe se hizo más que evidente y aunque mantenía una audiencia fiel ya empezaba a sufrir abandonos y la crítica le perdió el respeto.

La cuarta temporada enmendó el rumbo lo suficiente para que la techumbre no se viniera abajo. Se salvaron los muebles una vez que el pobre Brody había pasado a peor vida (las malas lenguas achacan el golpe bajo del guión a las malas relaciones entre el actor y la superprotagonista mandona Claire Danes) y los quiebros absurdos dieron paso a historias más elaboradas que sí podían tomarse en serio. Además, se incorporó a un personaje atractivo para que la siempre ceñuda Carrie Mathison pudiera tener una variante seudosentimental en su acogotada vida. Peter Quinn (Rupert Friend, bastante mejor aquí que en la terrible Hitman, de reciente estreno) es un personaje inquietante y con las ideas claras: "Soy el hombre que mata a los malos". Además, tiene alergia a las sonrisas así que es normal que Carrie le vea como una especie de alma gemela.

A la vista del primer episodio de la quinta temporada parece claro que los responsables de la serie van a seguir por el camino marcado en la anterior, con una intriga en la que el peso de los tejemanejes de las agencias de inteligencia y el enemigo terrorista tienen más peso que las relaciones íntimas. La actualidad manda y en el argumento se cruzan hackers camuflados en locales de porno virtual que entran en la mismísima boca del lobo (la CIA) con extremistas islámicos que dan su versión de los hechos ("Matasteis a mi hijo en Beirut, lucharé contra vosotros eternamente", le suelta más o menos uno de los mandamases a una cautiva Carrie) y, por supuesto, los jerifaltes de las agencias occidentales que nadan entre dos aguas fecales. Y letales. Aquí la historia se traslada a Berlín para añadir un ingrediente de alta política internacional. O sea: cómo un gobierno europeo permite que su política de privacidad salte por los aires a cambio de que Estados Unidos espíe a su favor. También salen el drama de los refugiados y algunos daños colaterales de menor rango.

Arranca Homeland con nuestra protagonista comulgando en una iglesia berlinesa. Una buena forma de presentar el estado de la cuestión: una mujer en fuga que se debate entre el sentido del deber y el infierno de las culpas. Por supuesto, la tensión con el personaje de Saul se mantiene, aunque de momento se reduzca a una escena (contundente, por cierto) con un diálogo amartillado que se cierra con una frase demoledora: "Estás siendo ingenua y estúpida". Este es mi Saul.

Aparte de tener un guión que sin ser una maravilla distribuye con habilidad las piezas en el tablero, este primer capítulo se benefició del impecable trabajo de Lesli Linka Glatter, una directora que, además de dirigir en los noventa una joya olvidada, Promesas incumplidas, ha realizado, entre otros muchos, episodios para Twin Peaks, Las chicas Gilmore, El ala oeste de la Casa Blanca, The newsroom, Urgencias, House, Mad men, True blood, Masterx of sex y Ray donovan. Vamos, que sabe muy bien lo que se trae entre planos.

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