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Del Pozo, un estilo de leyenda

Un libro editado por la asturiana María Eugenia Alberti reúne los testimonios de treinta coetáneos del diseñador que revolucionó la moda española, incluida su musa Ana Belén

"Si pudieras hojear este libro, estoy segura de que estarías orgullosa de tu gente y de tu marca". Con esas sentidas palabras de su amiga íntima, la creativa publicitaria Isabel Yanguas, arranca el primer libro dedicado única y exclusivamente a Jesús del Pozo (Turner, 2015), uno de nombres propios del diseño español, que falleció en el año 2011. Y es que este cuidado ejemplar, además de moda y creación, es una explosión de sentimientos orquestados y editados por la periodista asturiana María Eugenia Alberti.

Desde que recibió el encargo de la dirección de la compañía Del Pozo para realizar este ejemplar, Alberti pensó en "convocar a personajes importantes del entorno de Jesús, a mujeres que llevaron su ropa, a gente que lo había conocido, y a profesionales que vivieron intensamente toda su trayectoria", explica la editora a LA NUEVA ESPAÑA. Así, consiguió reunir a un grupo de 30 personajes (ella incluida) coetáneos a Del Pozo que explican en primera persona sus experiencias, testimonios, anécdotas y visión profesional del diseñador madrileño. Desde su musa Ana Belén hasta su fotógrafo de cabecera Javier Vallhonrat, pasando por Enrique Loewe, Manuel Pertegaz, Margarita Rivière o Juan Gatti. "Entre todos teníamos que conseguir transmitir lo que era Jesús creando. Analizar su tratamiento del color, de la forma, de la imagen... y así crear una imagen completa de qué se le pasaba a Jesús por la cabeza cada vez que creaba". Y, ¿cómo era Jesús del Pozo? "No era un personaje sencillo, era un talento singular. Como todos los creadores, era apasionado, creía profundamente en su oficio y, muchas veces, era difícil de seguir. Pero tenía un gran carisma que concitaba unas pasiones tremendas. La gente veía el talento de este hombre".

La historia de Del Pozo en la moda va ligada a su taller, que abrió en la cestería que tenía su padre en la calle Almirante de la capital, en 1974. Empezó haciendo ropa para hombre, prendas con cortes impolutos que aportaban originalidad a la elegancia y se convertían en diseño en mayúsculas. Esa zona de Madrid, custodiada por el café Oliver y el café Gijón, vivió su momento de ebullición con la movida madrileña, siendo punto de reunión de pensadores, creativos y artistas. Allí se conocieron María Eugenia Alberti y Jesús del Pozo. "Tomando una caña, como hacíamos todas las tardes". Formaban parte de la misma pandilla y así se inició una amistad de más de 30 años. "Le di clases de francés, porque de aquella me dedicaba a la enseñanza. Pero no hacía los deberes ni avanzaba, así que, por honradez y amistad, le dije que no le podía cobrar por eso y que era mejor dejarlo. Por lo menos aprendió a decir el nombre de seis o siete tejidos en francés", recuerda entre risas. También ese taller fue el escenario del primer encuentro de Ana Belén y Del Pozo. "Era el año 1981. Mi maestro Miguel Narros me habló de él, porque estaba buscando ropa para promocionar el disco 'Con las manos llenas'. Yo pensaba que solo hacía hombre, pero me dijo que acaba de sacar una colección de mujer". Así, Del Pozo le hizo los primeros diseños "Un pantalón y una camisa color berenjena con un vivo naranja y un fajín naranja. Luego vinieron un smoking de 'shantung' negro con doble solapa, camisa y fajín de organza blanca con jaretas. ¡Qué maravilla! ¡Qué bien me quedaba! Parecían pensados para mí", cuenta en el libro. Se convirtieron en inseparables, tanto que Del Pozo creaba los diseños directamente sobre el cuerpo de la artista, "a partir de conversaciones y alegría".

Y es que, Jesús del Pozo era eso. "Vestía los sentimientos de la mujer. Diseñaba para una mujer que encontraba en él la clave de su elegancia. Una mujer que tenía una idea de cómo quería aparecer, y tenía en él la horma de su zapato", explica Alberti. Su nombre figura al lado de los grandes maestros de la moda , como Balenciaga o Pertegaz, porque, como ellos, era un adelantado a su tiempo. "Era un adelantado a todo. Era único. Era él. No se habría permitido ni un toque de mimetismo o de copia. Tenía una exigencia y un rigor consigo mismo tremendo. Y eso lo demuestra su obra, que es imperecedera", indica la editora. Del Pozo, desde el primero hasta el último de sus días, nunca concibió la moda como las tendencias de temporada, como unas determinadas paletas de colores o un producto de pasarela. "Él creaba tendencia. Teñía los tejidos a mano para crear su propia paleta de colores, escogía a los proveedores que le daban los tejidos más especiales... huía de cualquier norma. Pensaba en embellecer y encontrar a la mujer sin deteriorar, sin entorpecer su personalidad". Y lo consiguió.

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