Ganadora de un "Oscar" por "El paciente inglés" (1996) y reina del cine de autor europeo, Juliette Binoche viaja a lo más oscuro del alma en "Nadie quiere la noche", la última película de Isabel Coixet y una invitación a abrazar a "nuestro animal interior".

El filme, que acaba de clausurar la Seminci de Valladolid, donde Binoche recogió la "Espiga de honor", es una ficción basada en hechos reales que relata la aventura, primero épica y después íntima, de Josephine Peary tras las huellas de su marido, el primer explorador que alcanzó el Polo Norte a principios del siglo XX.

"De algún modo todos pasamos por eso. Nacemos llenos de fuerza y ganas de conquistar el mundo, y en el camino descubres emociones, celos, ira, orgullo, que pueden asustar, pero si entras en ellas te permiten alcanzar un nuevo grado de conciencia. Digamos que el Polo Norte hay que encontrarlo en nuestro interior", reflexiona la actriz.

"Tuve una crisis después de 'Los amantes del Pont Neuf' (1991). Pasé por tantas dificultades con esa película que me planteé dejar de actuar. Fui a mi profesora de teatro a pedir consejo, a decirle que era un oficio demasiado duro, que siempre estás a punto de arder y que no podía más. Pero ella me dijo que ni hablar, que tenía que volver a actuar y que me iba a ayudar", relata.

"Otra vez me ocurrió antes de 'Caché' (2005), hubo un periodo como de un año y medio en que no quería trabajar, no tenía ningún deseo. Es el sentimiento más horrible que he tenido en mi vida, porque además nunca me había pasado algo así, no tenía referencias", prosigue. "Había pasado por situaciones de celos, de ira, lo que sea, lo conozco. Pero la nada, eso no lo conocía", admite entre risas que evidencian que salió de allí. "Al final, la vida y el fuego vuelven a ti", comenta. "No es sólo cuestión de voluntad, tienes que dejar que pase. A veces queremos algo con tanta determinación, como mi personaje de Josephine, que justo esa voluntad te bloquea".