Los irreductibles galos luchan para que vea la luz la versión sin manipular de la guerra de las Galias en "El papiro del César"

Astérix no pierde actualidad. Lo hace como icono del comic que, acompañado por el comejabalíes Obélix, arrasa en ventas con cada nueva aventura, no creada ya por los geniales René Goscinny y Albert Uderzo sino por Jean-Yves Ferri y Didier Conrad. Y lo hace también, con sus argumentos, atentos siempre a situaciones y personajes que vemos todos los días en las noticias, y a los que las viñetas aplican el barniz de la chanza y el humor más o menos abrasivo.

En El papiro del César se pueden encontrar arponazos certeros a la manipulación informativa, a la censura que ejerce el poder, a las tergiversaciones de la Historia que hacen los vencedores, a ciertas excrecencias de la sociedad del espectáculo... Y, por contra, se defiende sin titubeos la transmisión de conocimientos a partir de la sabiduría, el papel de la información libre, la salud mental colectiva que proporciona contar con una especie de disco duro que conserva la memoria de los pueblos sin adulteraciones. Todo arranca con el todopoderoso César feliz y dichoso porque ha terminado sus Comentarios a la guerra de las Galias. Pero su consejero editor le aconseja que borre el papiro dedicado a contar los reveses sufridos a manos de los galos de Armórica. La historia la escriben los poderosos. Pero uno de los escribas numidas encargados de pasar a limpio la prosa cesariana se escapa con el capítulo de la discordia, y el follón está servido porque cae en manos de Doublepolemix, un comerciante de noticias inspirado en... Julian Assange, el de Wikileaks.

Con secuencias abiertamente hilarantes (el baile de la conga en un cóctel orgiástico, las penurias de Obélix atormentado por el horóscopo (¿comer menos jabalíes o evitar conflictos? menudo dilema para el tumbaromanos galo) y un malvado descacharrante (Promoplús, inspirado en un publicista de Mitterrand, que se suma a los Acidonítrix, Perfectus Detritus, Cayo Coyuntural, Paletabis?), El papiro del César muestra piratas de la información que apresan las palomas mensajeras, "periodistas" de la época en busca de exclusivas y druidas que hacen las veces de libros humanos, aquellos seres del Fahrenheit 451 bradburiano que se aprendían de memoria los clásicos para que no pudieran quemarlos las autoridades.

Por supuesto, no faltan los romanos tontorrones, los puñetazos morrocotudos que ponen en órbita al enemigo descalzándolo por la potencia del golpe, las pócimas mágicas que aportan un plus de velocidad supersónica, las palizas festivas de Obélix a las hordas romanas y los pequeños detalles ingeniosos, como ese reloj de pulsera de la época o el desenlace en el que los padres del cómic, René y Albert, escuchan atentamente a un moderno escriba que les cuenta la historia de aquel papiro del César que...