A la salida a escena, en la oscuridad y aún sonando ciertos efectos para ambientar la sesión, ya se escuchó la sólida y potente voz de Cristina Nóbrega, que ayer abrió en el teatro Filarmónica de Oviedo las "Noches de fado. Divas". La voz, evidentemente, preside la escena, pero la cantante tiene las suficientes tablas como para meter al público en el espectáculo.

Junto a ella su banda de acompañamiento, que también tiene su parte de animación en la sesión. Lo hace en diversas fases, además de las del acompañamiento habitual en cada pieza. Una de ellas lo fue en un descanso de la cantante, que dio para el lucimiento de cada uno de ellos. Con mucha nitidez y con momentos casi de jam session en los que cada cual iba luciendo sus virtudes instrumentales.

Así pues, el concierto iba siguiendo las pautas que marcaba Nóbrega, que introducía cada canción con explicaciones de lo que iba a cantar, de dónde venía o a qué poeta estaba cantando. Incluso dedicó uno de los temas y también agradeció con franqueza el apoyo.

Así pues, fue advirtiendo a los asistentes de lo que se encontrarían en cada canción: si era tradicional, si tenía un tono popular o si asomaba una parte folclórica en alguna que otra ocasión.

Por tanto cada pieza era un mundo distinto que generaba un proceder distinto entre la afición. Para eso estaba también Cristina Nóbrega, que se encargó en todo momento de poner palmas (acompañada del respetable) cuando lo requería el estribillo o la misma entrada de la canción. Incluso logró que la acompañara cantando la gente en un intento coral. Con lo cual la sesión de fados tuvo el carácter nostálgico del género portugués por excelencia, pero también algún ambiente pop (sin que se notara en exceso) y, dicho está, una parte instrumental muy conseguida y acoplada a la real protagonista del concierto: la voz de Cristina Nóbrega, que se maneja en diversos registros con pulcritud y, además, mantiene un acento interpretativo que suma a los diversos tonos que requiere cada momento.

O sea, Cristina Nóbrega hace que el mundo del fado entre por los oídos de los espectadores de distintas maneras y ritmos pero sin perder la serenidad del género luso.