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Anjelica y el honor de los Huston

La hija del legendario cineasta relata en sus memorias cómo Jack Nicholson rompió con ella tras dejar embarazada a otra y los maltratos de Ryan O'Neal

Anjelica y John Huston.

Apellidarse Huston y ser hija de uno de los cineastas más intrépidos de todos los tiempos imprime carácter desde la cuna. Anjelica Huston (18.29 horas del 8 de julio de 1951, Santa Monica) vio cara a cara a escritores como Carson McCullers y John Steinbeck, a estrellas como Marlon Brando o fotógrafos como Robert Capa. Con el tiempo llegó a ser la musa del fotógrafo Richard Avedon y compañera sentimental de Jack Nicholson, desarrollando una carrera como actriz desigual aunque con momentos brillantes que la llevaron a terrenos de Woody Allen, Francis Ford Coppola, Bob Rafelson, Stephen Frears, Wes Anderson o su propio padre (gracias al cual en 1985 ganó el "Oscar" a la mejor actriz de reparto por "El honor de los Prizzi"). Mujer de temperamento hustoniano, o sea, rocoso y sin paños calientes, sus memorias dejan bien claro que la sinceridad es una de sus mejores amigas.

A sus 29 años, siendo un actriz aún novata, el director Tony Richardson le lanzó una profecía: "Pobrecilla, tanto talento y lo poco que te luce, nunca harás nada con tu vida". A él le contestó con un humilde "Tal vez tengas razón", pero en su fuero interno forjó un desafío: "Espera y verás". Aquí hay una pequeña descoordinación en la traducción pues el título de la autobiografía en español es "Mírame bien". Aportamos la frase original para sacar de dudas: "Inside, I was thinking, 'Watch me'.

Las partes dedicadas a la intimidad de Hollywood tienen evidente (y morboso) interés, pero son sus recuerdos de su infancia y juventud en Londres y Nueva York en los años sesenta los más intensos en cuanto a calidad de escritura y vigor emocional. A los seis años no dejaba de mirarse en los espejos: "Había oído una conversación entre mamá y papá, temían que de mayor no fuese una belleza".

El papel de John Huston tiene, como era de esperar, una importancia decisiva en la vida de Anjélica. Incluso en sus ausencias. De hecho, ella nació en el Hospital Cedars of Lebanon de Los Ángeles, mientras su padre rodaba en el Congo Belga La reina de África. Cuando leyó el telegrama con la buena nueva, su padre lo miró sin decir nada y lo metió en un bolsillo. Katherine Hepburn no pudo aguantar la curiosidad: "Por el amor de Dios, John, ¿qué dice?". Y él respondió: "Es una niña. Se llama Anjelica". Punto.

La madre de Anjélica, Enrica Soma, tenía 18 años cuando se enamoró cuerdamente de Huston. Dejó su carrera para estar con el cineasta, que ya superaba los cuarenta y tenía tres matrimonios fracasados a sus anchas espaldas. Enrica, Ricki para su marido, dio a luz a Tony y Anjelica en dos años, y los crió en una mansión irlandesa que el padre visitaba muy poco: iba de rodaje en rodaje y de mujer en mujer despreocupadamente ocupado. Por Navidad o en verano se dejaba caer por allí, siempre acompañado de migos como el Nobel John Steinbeck, que se disfrazó de Papá Noel para entregarlo los regalos. "Yo no preguntaba", recuerda Anjelica, porque era el mejor modo de evitar respuestas que no quería oír". Pero no hay rencor en las memorias: "En el transcurso de los años he oído decir que mi padre era un donjuán, un bebedor empedernido, un jugador, un machote, más interesado en la caza mayor que en rodar películas. Es cierto que era derrochador y dogmático. Pero era un hombre complejo, autodidacta en gran medida, curioso y muy leído. No solo las mujeres, también los hombres de todas las edades se enamoraban de él, con esa extraña lealtad y paciencia que los varones reservan a sus congéneres. Se sentían atraídos por su sabiduría, su sentido del humor, su poder magnánimo; lo consideraban una celebridad, un líder, el pirata que hubieran deseado tener el coraje de ser". Además, era un gran contador de historias de los rodajes, "sobretodo aquella del aldeano desaparecido cuyo dedo meñique apareció en el estofado". Pero tampoco esconde su lado violento: "Tú no me quieres, le espeté rebelándome contra él. De repente echó el brazo hacia atrás y me abofeteó con tal fuerza que me tambaleé; fue como chocar contra una pared". Su aroma favorito, el del tabaco, fue el que lo mató. Pasó los diez últimos años de su vida entrando y saliendo de hospitales. "Era un infierno".

En asuntos amorosos, la actriz siguió los pasos de su madre. Se enamoró de hombres de fuerte carácter. Y mayores que ella. Con menos de veinte años se dedica a la moda y se empareja con el fotógrafo Bob Richardson, que ya dejó atrás los cuarenta (Tenía la sensación de que Bob podía ver mi alma de manera casi telepática"). Posesivo y celoso hasta la extenuación, llegó a cortarse las venas para llamar su atención. "Había confundido la necesidad de dominación y control de Bob con el amor", concluye ella.

Jack Nicholson le sacaba catorce, y también le fue infiel con frecuencia en tres lustros de relación tormentosa. Ella no preguntaba por sus amoríos, pero cuando él le confesó que había dejado embarazada a otra mujer, la actriz Rebecca Broussard, ("solo hay lugar para una mujer en esta película, de modo que yo me retiro"), la actriz comprendió que, al igual que su madre, no había vivido su propia vida, sino la de él. Tras la ruptura se produjo una escena catártica: "Le golpeé salvajemente en la cabeza y los hombros. Él retrocedía y se agachaba, y yo embestía como un boxeador profesional, repartiendo una andanada de puñetazos directos". Pero: "Sentía una curiosa gratitud hacia él por permitir que le diera una soberana paliza". Cuando se lo contó a su padre, éste le dio una respuesta terrible: "No tiene ninguna importancia, cariño. Todos los hombres lo hacen, no significa nada?". Pero también dice de su ex pareja: "Es un hombre emotivo. La vida le afecta, le conmueve y lo enoja. Es una persona seria y profunda".

El intento de suicidio, los malos tratos que recibió de Ryan O'Neal ("Había dos Ryan. Podía ser divertido y sociable pero tenía un lado oscuro: en ocasiones era crítico, agresivo, celoso, exigente y embustero") son dos de los momentos más amargos de una biografía en la que la autora deja bien clara su poca simpatía por el rencor y su capacidad para la autocrítica.

A los cuarenta, Huston se casó con el escultor Robert Graham. Solo pudo separarles la muerte de él en 2008. "Siempre me he sentido atraída por vaqueros y estrellas del rock, artistas y rebeldes, hombres en quienes no se puede confiar. Hasta que conocí a Robert Graham".

En cierta ocasión, Anjelica recibió una llamada de teléfono tras ganar el "Oscar". "Eres una reina, no lo olvides nunca", le dijeron al otro lado de la línea. Era Marlon Brando.

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