En el pueblo natal de Frank Sinatra, en Hoboken, Nueva Jersey, todavía sigue vivo el recuerdo del joven Franky como el del único alumno que llegaba a clase en Cadillac durante los años de la Gran Depresión en Estados Unidos. Cuando se cumplen cien años de su nacimiento, el próximo día 12, su pueblo le hace honores.

A Sinatra le recuerdan como a un niño "mimado" que se olvidó en seguida de sus orígenes cuando se convirtió en la voz más reconocible de todos los tiempos, siempre según los vecinos y expertos con los que habló la agencia "Efe" en las calles que le vieron crecer. "El recuerdo que se ha transmitido es el de un chico a cuya familia las cosas no le iban mal, que estaba muy mimado y era el ojito derecho de su madre", explica Robert Foster, el director del Hoboken History Museum, que con motivo del centenario dedica a Sinatra una exposición especial. "Los vecinos nunca le perdonaron que se creyera más importante que el propio pueblo", justifica Foster sobre el recuerdo "agridulce" de los residentes hacia su gran estrella. "Si quería algo sólo tenía que pedírselo a su madre", dice Valery, veterana voluntaria del museo, que explica la importancia en el desarrollo de la personalidad de Frank de su madre, "Dolly" Garaventa, que se casó con Marty Sinatra en contra de la voluntad de sus padres. Comadrona del hospital local, practicaba abortos clandestinos y medía apenas un metro y medio. Los padres de Frank, él era un bombero asmático que no sabía leer, se las apañaron para gestionar un bar clandestino en plena ley seca: "En seguida vivió en Manhattan y volvió en contadas ocasiones".

El sábado, coincidiendo con su 100.º cumpleaños, se celebrará una gala especial en Hoboken, y al caer la noche el Empire State se vestirá de azul, de "azul Sinatra", el color de sus ojos.