Es un "millésime 2000" de la raza de vacuno francés Blonde Aquitaine, que se vende a 3.000 euros la pieza tras haber pasado varias semanas de maceración y 15 años hibernando a -43°C bajo un chorro de aire a 120 kilómetros por hora. "Nuestro objetivo es devolver a la carne su identidad, como ocurre con los vinos o con los quesos", explica el maestro matarife Alexandre Polmard, un joven de 25 años que da continuidad a 166 años de tradición carnicera y que ha depurado una técnica que inició su padre. Sus carnes, que se venden a chefs pero también a particulares, llegan a alcanzar hasta los 18 años de reposo y provienen de vacas criadas al aire libre en 120 hectáreas de pasto en la Lorena francesa.