Franco TORRE

Pese a su retiro voluntario, la sueca nunca dejó de fascinar a los hombres. El director español Edgar Neville la admiraba hasta tal punto de afirmar que se había dedicado al cine tras visionar "El diablo y la carne" (Clarence Brown, 1926), y no dudó en fijar las películas de la actriz como un hito en la evolución del cine. No hay constancia de que Neville haya llegado a conocer a la Garbo, pese a que residió en Hollywood en dos largas estancias durante 1928 y 1931. En aquellos años, no obstante, el español mantuvo un romance con otra estrella de la época: Constance Bennett. Pero no sería a su amante, sino a la Garbo, a la que Neville mencionaría en 1932, en el estribillo de una canción coescrita por él e insertada en su primera película, la desaparecida "Yo quiero que me lleven a Hollywood". Dice la canción: "ni la Garbo, ni la Bertini, tienen el garbo de servidora. Que cuando filmo, me tambaleo y adopto poses de gran señora".

Apenas un año después, en torno a 1933, Neville conoció a una joven estudiante quince años más joven que él, con un cierto parecido a "La divina", a la que el cineasta convertiría en actriz y en su amante. La chica se llama María Concepción Carro Alcaraz, aunque el público español la conocería por su seudónimo: Conchita Montes. El romance entre la Montes y Neville duraría hasta la muerte del cineasta, en 1967.