A Lole y Manuel, componentes del dúo "perfecto" que revolucionó el flamenco en los setenta del pasado siglo, dedica Alba Molina, su única hija en común, su nuevo álbum, que aúna, explica, "alegría, tristeza, melancolía y emoción" y que está hecho de "poesía y arte", el que tenían sus canciones.

"Es un homenaje a ellos como padres pero también como referencia artística", explica la artista (Sevilla, 1978) sobre "Alba Molina canta a Lole y Manuel", que salió ayer a la venta y recoge once de los temas más conocidos del dúo que revolucionó la música andaluza en los 70.

Ellos, el "tándem perfecto" como pareja artística, hablaban, dice, "de mariposas ('Cuento para mi niño'), del cielo ('Almutamid'), de la luz ('Nuevo día') o de un pajarillo, cosas sencillas que puede entender un niño, pero que al mismo tiempo tienen un mensaje fuerte".

"Lole y Manuel son musicalmente impresionantes por separado, pero la conjunción de los ingredientes de ambos forma una pócima que va directa a todos los corazones", asegura su hija. Por eso, revela, "un olé suyo es el mayor reconocimiento que puede tener". Para Alba la música del dúo "abrió la ventana" del flamenco a "muchas personas" a las que antes no atraía y además hicieron ver a los músicos flamencos un "mundo de color", alejado de la "pena" y la "tristeza" tradicionales del cante gitano.

La cantaora dice ser, en presente, "amiga íntima" y "compañera" profesional de su padre, fallecido el pasado mes de mayo, a quien define como un "maestro desde la humildad". El descubrimiento de la vocación musical de Alba por parte de su padre, que llegó cuando ella tenía 15 años, fue todo un "suceso".

"Desapareció cinco o seis días en los que se emborrachó para asimilar que yo cantaba", cuenta la artista trianera, que recuerda el episodio como "preocupante al principio" pero "muy bonito" después, cuando tomó conciencia de su significado.