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JUAN PEDRO COSANO | Novelista

"Los 'fontaneros' del poder siempre existirán, va con la naturaleza humana"

"Los amantes célebres de la historia siempre vivieron dolorosamente separados, es un ingrediente del amor"

Tino PERTIERRA

Juan Pedro Cosano Alarcón (Jerez, 1960) sabe mucho de leyes como abogado y de letras por su pasión por la escritura. En 2014 recibió el premio "Abogados de Novela" por "El abogado de pobres". Un año después publicó "Llamé al cielo y no me oyó" y, tras esos dos sonados éxitos, ahora recrea, con el telón de fondo del Jerez de los años 30, una pasión prohibida entre Beltrán de la Cueva, heredero de una saga de bodegueros, y Lele Gavilán, joven bellísima de familia humilde.

-¿De qué fuente bebió para inspirarse?

-¡De la fuente de oro del vino de Jerez! Bueno, ahora en serio: en realidad, la idea para la novela me la regalaron Ana Rosa Semprún, directora de Espasa, y mi editora Miryam Galaz. Me dijeron que en el Jerez de aquellos años, rico, aristócrata y cosmopolita, había una novela, y que llevaban tiempo buscando quién la escribiera. Me la ofrecieron y acepté encantado aunque, eso sí, les dije, que lo haría sin basarme en ningún personaje real. Después, la historia se fue tejiendo sola. Porque soy extremadamente anárquico escribiendo: comienzo sin saber qué va a ocurrir y luego los personajes van tejiendo los hilos de la trama.

-¿El vértigo de la abogacía lo contrarresta con el sosiego de la escritura?

-En cierto modo sí, aunque hay veces en que la literatura me obsesiona más que la abogacía. Los cinco meses que pasé escribiendo "La fuente de oro" fueron meses de auténtica obsesión, casi enfermiza, con los personajes y la historia.

-¿Le fastidió saber que María Dueñas ambienta su última novela en el jerez bodeguero?

-No. Creo recordar de hecho que cuando me hicieron el encargo ya se conocía el proyecto de María. Son novelas diferentes, épocas diferentes y tramas muy diferentes.

-¿Ha cambiado mucho la sociedad jerezana o aún hay un abismo entre la clase alta y la baja?

-En Jerez, en aquella época, sólo existían la rancia aristocracia de linajes hundidos en el Medievo, los alto-burgueses bodegueros y la clase obrera y jornalera. No había clase media y sólo dos industrias: la agrícola y la vinatera, con sus pequeñas empresas auxiliares orbitando a su alrededor. Las consecuencias de todo ello, cuando el negocio del vino entra en crisis en la década de los ochenta, aún la está padeciendo hoy Jerez. Así como la ausencia de una clase media asentada.

-¿Prefiere documentarse en libros o a pie?

-En libros y, sobre todo, en la red, que es una bendición para los escritores. Para "La fuente de oro", además, he contado con la inestimable ayuda de la prensa local de la época, absolutamente deliciosa. Encontrarte con las crónicas de sociedad, los anuncios, las cartas de los restaurantes, los nombres de los personajes relevantes de aquellos años, las bodas, las reseñas de sucesos... Ha sido un auténtico descubrimiento y una fuente de ideas inagotable.

-El cosmopolitismo de la alta burguesía era algo insólito en aquella España...

-Jerez, en aquellos años, era una ciudad singular. Glamourosa, cosmopolita, rica. Venían reyes de Europa, actores y actrices de Hollywood, cantantes megafamosos, no se concebía venir a España sin visitar Jerez. Había casinos, hipódromo, restaurantes de primerísima calidad, teatros, cines, cabarés a los que llegaban compañías francesas, rusas... En pocas ciudades españolas existía el encanto de Jerez en aquellos años. Es algo que veremos en la novela.

-¿Qué es lo que más le preocupa durante la escritura?

-Sin duda alguna, una trama atractiva, que enganche al lector desde el primer capítulo y que a lo largo de las páginas mantenga la tensión, y unos personajes y situaciones verosímiles. En la literatura realista, el ritmo y la verosimilitud son ingredientes para mí consustanciales e imprescindibles. Todo lo que pasa en "La fuente de oro" pudo ocurrir en realidad, todo es perfectamente creíble. Los personajes no llegan más allá de lo que una persona normal en sus circunstancias podría hacer. Ah, y el entretenimiento. Una novela aburrida podrá ser un ejercicio sublime de literatura, pero, a mi juicio, no cumple con su función: hacernos escapar de una vida que, en la mayor parte de los casos, es tremendamente aburrida.

-Resumir la novela como "rico aristócrata seduce a joven inocente" es reduccionista.

-Por supuesto. "La fuente de oro" no es sólo algo más, sino mucho más. Es la historia de un amor oscuro y umbrío que al final acabará resplandeciendo, es la expresión del amor doloroso (de ahí la cita de la Madre Teresa de Calcuta al principio de la obra), es una novela sobre la redención, sobre intrigas familiares y empresariales, sobre la dependencia del sexo, sobre cómo los acontecimientos sobrecogedores y, al mismo tiempo, fascinantes de la España de aquellos años influyó en la vida de quienes no quisieron tener nada que ver con ellos. Es un melodrama, sí, pero también es una novela de intriga, de pasiones y de costumbres.

-¿Usar personajes reales es un arma de doble filo?

-Sí, pero es inevitable. Por la novela discurren personajes como el marqués de Domecq, Manuel María González Gordon, de González Byass, y otros muchos bodegueros jerezanos de la época. Y artistas y políticos y militares reales. Pero es que urdir una trama en Jerez en aquellos años sin que estos personajes discurriesen por ella era privarla de verosimilitud. Espero que sus descendientes, que aún llenan Jerez, lo acepten de buen grado.

-¿Acepta la comparación con la serie televisiva "Downton Abbey"?

-Cuando escribí la novela no tenía ni idea de qué era eso. Ahora sé que es un serie inglesa que discurre por años cercanos a los de "La fuente de oro", pero sigo sin haberla visto. Que sea el lector quien compare. Yo me conformo con tener la mitad del éxito de esa serie.

-Los nombres de los personajes están muy pensados: Lele Gavilán, Beltrán de la Cueva, Sonsoles Domecq, Maravillas Obertos...

-En el sentido de que he procurado que no existiesen personajes reales con esos nombres, sí. Lele es un diminutivo de Mercedes, nombre muy común en Jerez porque la Virgen de la Merced es la patrona de la ciudad. Beltrán de la Cueva fue el valido de Enrique IV de Castilla, que tuvo un hijo bastardo con doña Beatriz de Santiago, llamado Juan de la Cueva y Santiago, tronco del jerezano señorío de la Canaleja. Un señorío olvidado que en la novela rescato.

-¿Se le rebeló algún personaje? ¿Se enamoró de alguno?

-En mi cabeza, cuando comencé a escribir la novela, pensaba que Lele Gavilán se iba a convertir en anarquista, como un contrapunto más a su pasión tempestuosa con Beltrán. Al final, el personaje dijo que no y discurrió por otros cauces. Y sí, me enamoré y estoy enamorado aún de muchos de esos personajes: la propia Lele, su madre Juana Fuentes, Maravillas Obertos, prima hermana de Beltrán con quien éste mantiene una relación sexual casi incestuosa...

-¿Las cloacas del poder siguen siendo las mismas?

-Y seguirán siéndolo. Es lo que hoy conocemos como los "fontaneros". Existieron en la antigua Roma, han existido siempre y seguirán existiendo. Va con la naturaleza humana desde la noche de los tiempos.

-¿Qué hay del poeta Cosano en la novela?

-La poesía fue un amor de juventud. De aquello queda un perfume de lirismo en alguna prosa, del que no me gusta abusar.

-"Ama hasta que te duela..." ¿Lo piensa o es una forma de avisar al lector de lo que le espera?

-Los amantes célebres de la historia vivieron siempre separados. Dolorosamente separados, fíjese usted. Y recuerde nuestro sabio refranero: "Quien bien te quiere te hará llorar". El dolor, el sufrimiento, es uno de los ingredientes del guiso del amor. Es inevitable. El amor, nos guste o no, conlleva la idea de posesión, y esa idea está al borde del abismo del dolor.

-¿La literatura es su fuente de oro personal?

-Sí. Es lo que me hace escapar de una realidad cotidiana árida, de códigos, leyes y sentencias. Me hace soñar, conocer el pasado, viajar, engendrar hijos literarios. Es la inmortalidad, aunque sea con minúsculas. ¿Se da usted cuenta de que, a lo mejor, alguien, dentro de cien o doscientos años, lee esta entrevista, al igual que yo he leído para escribir "La fuente de oro" las crónicas periodísticas de hace casi noventa años? ¿No piensa que lo que dejamos escrito nos hace inmortales?

-Recomiéndeme un vino para leer su novela.

-Un amontillado de Jerez, sin duda alguna. Un vino único, se lo puedo asegurar.

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