T. P.

Daniel Silva dejó sobradas muestras de capacidad para las narraciones escritas con tinta y adrenalina en novelas como Juego de espejos, El confesor, Las reglas del juego o La chica inglesa. Un autor que sabe cómo seducir al lector a las primeras páginas de cambio y no soltarle hasta el final. Sabe lo que quiere y cómo conseguirlo. A partir de personajes y sucesos extraídos de la realidad más candente pasados luego por la batidora de la imaginación, Silva construye unas historias por las que se cruzan agentes dobles, terroristas, mercenarios, servicios de inteligencia que compiten entre sí, conspiraciones internacionales, gobiernos que juegan fuerte con cartas marcadas... Seguro que la sinopsis de El espía inglés hará a más de uno buscar comparaciones nada ociosas: una mujer de la familia real británica muy querida por el pueblo pero odiada por su exmarido y su exsuegra, la reina de Inglaterra, muere en un atentado con bomba en el yate donde descansa y los servicios de inteligencia piden ayuda al influyente espía ocasional Gabriel Allon para encontrar a culpable.

Silva domina como pocos la construcción de tramas enrevesadas, construye personajes cargados de matices (sus malos suelen ser buenísimos), dialoga con la habilidad de un Ian Fleming, reflexiona sobre las tinieblas del mundo y, sin llegar a las floritura de un Le Carré, trabaja el estilo mucho más que Frederick Forsyth o Tom Clancy, sobre todo en las descripciones de ambientes. En cierto modo recuerda al gran Trevanian: sus novelas no son solo pasatiempos resueltos con oficio, hay mucha tela que cortar en sus ficciones llenas de inquietante verosimilitud.