El pasado fin de semana se celebró en el Principado de Mónaco el tradicional Baile de la Rosa. Una fiesta benéfica, de alto contenido social, que se celebra desde 1954 y que en esta edición ha tenido una reina debutante: la hija pequeña de la princesa Carolina. Los dineros recaudados en los festejos se destinan, como es habitual en los últimos años, a la Fundación Princesa Grace.

Con apenas 16 años, aún con ademanes de niña y rasgos de timidez, Alejandra de Hannover se hizo un hueco en la alta reunión con sólo su presencia. Alberto de Mónaco, que no estaba acompañado por su esposa la princesa Charlene, presidió los fastos, y como edecán fáctico el diseñador de moda Karl Lagerfeld, con sus espectaculares e impepinables gafas de sol, el peinado que impone y gesto antipático.

Ganó a todas y todos en elegancia y atracción de las miradas Beatrice Borromeo. Con un vestida rojo, escote palabra de honor y largos vuelos, la mujer de Pierre Casiraghi bailó con su príncipe y fue sin duda la triunfadora de la fiesta. Carlota Casiraghi eligió el color gris perla con un arriesgado modelo con una capa que no ha sido del gusto de todo el mundo. Carolina de Mónaco optó por el beige y, al igual que su hija, eligió llevar el pelo recogido y acompañar su indumentaria con unos llamativos pendientes con forma de aro.

La Fiesta de la Rosa monegasca arrancó en el año 1954, cuando Grace Kelly, aún en Hollywood, estaba ya destinada a ser la princesa de Mónaco, doblando la magia de la corona con la del celuloide. Durante décadas, la rubia actriz que se ganó a directores y actores de la meca del cine se convirtió en el centro de la celebración hasta que a su muerte el protagonismo pasó a sus hijas Carolina y Estefanía. A estas alturas son ya sus nietas quienes centran toda las atenciones de las cámaras. El Baile de la Rosa hizo escala en Cuba, por lo que la salsa y los ritmos latinos, así como la decoración de la Sala de las Estrellas del Sporting Club, inundaron por completo el ambiente.