La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Elio Berhanyer: "La alta costura ha muerto"

El legendario diseñador repasa su intensa vida para LA NUEVA ESPAÑA, desde sus inicios como repartidor de leche hasta su triunfo en la moda, con fracasos y renacimientos: "Soy duro como una roca"

Elio Berhanyer

Protagonista de una infancia difícil, en la que destaca el fusilamiento de su padre a manos de los falangistas cuando tenía 7 años, consiguió convertirse en uno de los imprescindibles de la edad de oro de la moda española. Pero tuvo que ver en dos ocasiones cómo todo el imperio que había construido se caía ante sus ojos. Aún así, nada de eso ha podido destruir a Elio Berhanyer (Córdoba, 1929). "Soy duro como una roca. Pero lo que me mantiene aquí es haber hecho las cosas bien. He vestido a mujeres guapas, feas, bajitas, altas, de todo tipo. Pero siempre he intentado sacar su mejor versión. Eso es mi mayor logro", asegura.

Durante más de 50 años de carrera ha conseguido ganarse el cariño de la gente. Así lo comprobó esta semana en Oviedo, ciudad que visitó para clausurar la exposición que organizó la Universidad en su honor. Una muestra en la que 15 diseñadores asturianos presentaron varias creaciones inspiradas en los diseños de Berhanyer. Al tener delante al maestro, todos le pedían consejos, le hacían preguntas, le pedían autógrafos y fotografías. Una escena que se repite cada vez que aparece en algún acto público.

A sus 87 años, el creador se ha convertido en un mito en vida. En sus conversaciones se mezclan mil recuerdos y anécdotas que trasladan al receptor a las fiestas más lujosas, a los encuentros con los personajes más exclusivos y a la historia de un hombre que ha decidido olvidar mucho de lo malo para dejar más espacio en su cabeza para lo bueno. Berhanyer, la aguja de la modernidad, del bastón y la kipá sigue viviendo entre sus animales, fiel a su dieta vegetariana, disfrutando de sus vicios confesables, como el café, el tabaco, aunque ha pasado de cuatro paquetes diarios a uno, y alguna copa de vino. "Ahora me cuido más que antes. La edad me obliga".

Estuvo casado con la colombiana Mercedes Lotero, madre de sus dos hijos, y que falleció en 2010, cuando ambos estaban separados. Aunque, la mejor compañía del creador siempre han sido los animales. "He tenido de todos los tipos y de todas las partes del mundo", afirma. Y no miente. Durante la etapa en la que se convirtió en el diseñador oficial de la reina Sofía "le pedí que me trajera un guepardo en un viaje que hizo a la India, pero al final no me lo pudo dar". Pero al poco, recibió una llamada. Era su amigo Miguel de la Quadra-Salcedo. "Me dijo que fuera a Barajas, que me había enviado un gatito. Era una caja muy grande, así que ya me di cuenta de que de gato poco, y nos pararon en aduanas. Tuvimos que salir de allí corriendo para que no nos lo quitaran".

Al final, ese cachorro de guepardo le acompañó en su chalet de Arturo Soria hasta que se quemó, y en sus paseos en su Jaguar. Ahora, con los años y con el cambio de un piso a una casa, Berhanyer prefiere los gatos. "'Lolo' es el último que ha llegado a casa, es muy cariñoso", dice con la mirada perdida en sus recuerdos y esbozando una sonrisa mientras apura el cigarrillo. Es imposible que responda a lo que se le pregunta, demasiada información en una cabeza, aunque conserva una mente privilegiada para ordenarla.

Aunque abandonó el textil en 2011, acaba de presentar su último perfume, está planeando una colección de complementos y no descarta introducir a un diseñador joven en su casa para que su nombre vuelva a las pasarelas. "Lo han hecho todas las grandes casas de moda, pero no es sencillo. Estuve a punto de trabajar con un chico de Córdoba, pero al final me dio miedo. No me gustaría anular a nadie, el que venga va a tener que mostrar su personalidad y sus líneas de trabajo, y hay un gran peligro de que lo que salga no sea Elio Berhanyer. Que la gente diga: es bonito, pero no es Elio Berhanyer. Como les ha pasado a Gucci, a Dior o a Saint Laurent".

Él llegó a la moda por casualidad. "Trabajé en una obra, repartiendo leche, dando de comer a los animales y de botones. En esa empresa me vieron haciendo dibujos y me pidieron alguno cuando se enfermó el dibujante". Quién le iba a decir que en pocos años, en 1960, tendría su propio taller de alta costura. "Siempre dicen que mis diseños son elegante, pero no , la elegancia la pone la mujer. Yo le ofrecía un traje bonito, lo demás estaba en sus manos". Vistió a las más grandes de la época, desde Ava Gardner a la duquesa de Alba.

Se situó a la altura de Petegaz, Pedro Rodríguez y Balenciaga. Participaba en las charlas con los intelectuales de la época, como Salvador Dalí y Pablo Neruda. Protagonizaba las portadas de las revistas de moda más importantes. "Me llamaban de 'Vogue América' pidiendo ropa para los editoriales. Me decían: si no es contigo, no lo hacemos". Fue uno de los artífices de la edad de oro de la moda española, situando al país en el epicentro del diseño internacional. "Pero, en el año 74, un ministro de Hacienda decidió que España no tenía que tener el lujo de la alta costura y nos puso un impuesto muy fuerte, del 60%, que nos obligó a cerrar en el 78". Ése fue su primer golpetazo laboral, pero supo resurgir de sus cenizas.

"Ninguno quiso pasarse al prêt-à-porter, pero yo amaba demasiado la moda como para dejarla. Así que dije que sí". Eso fue lo que le mantuvo activo hasta que otra crisis, la que aún sigue activa, acabó definitivamente con él. "Ya no podíamos aguantar más, y cerré el atelier de Madrid y mis talleres. En España ya no se hace ropa a medida, ni las colecciones de calle. No se venden. La alta costura ha muerto en todo el mundo, solo queda algo en París. En España, hay gente joven con muchas ganas, pero no veo demasiado talento".

Reconoce que le gusta ir a ver a los nuevos creadores, "son los que pueden hacer algo por esta industria. Pero el problema es que no miran a la calle. Para crear siempre hay que mirar a la calle", afirma. También va a Cibeles, ahora llamada Mercedes-Benz Fashion Week. "Suelo ir un día, para ver a mis compañeros. Y tienen el mismo problema que todos. Lo que presentan nunca llega a las tiendas. La cosa está fatal". Prefiere no mojarse sobre sus gustos ni valorar a los que comparten con él profesión. Tampoco le gusta hablar de política. "Ni sé ni quiero saber". Ni de religión. "Soy de todas y de ninguna. Nací en Córdoba, tierra de mezclas". Sobre la Reina actual y su estilo, también prefiere contener sus opiniones.

De su taller han salido vestidos de novia de la realeza y de cientos de mujeres españolas, diseños para las fiestas de la aristocracia y para la gente de la calle que amaba sus cortes femeninos y sus ricos tejidos. También los uniformes de Iberia durante varias décadas. "Hasta que me acusaron de enchufe por ganar siempre el concurso y tuvimos que dejar de hacerlos"; los de la Feria de Madrid (Ifema) y los del Mundial de fútbol de 1982. Han desfilado para él las modelos más importantes, nacionales e internacionales, y se ha llevado los premios más importantes del mundo de la moda, desde el "Cristóbal Balenciaga" al Premio Nacional de Diseño de Moda. Tiene más de 100 colecciones y más de 22.000 trajes a sus espaldas. Fue uno de los diseñadores más cotizados de los 60, pero aún así no le importa reconocer que "no sé ni coser un botón, por eso no me gusta cuando me llaman modisto, porque no lo soy". Uno de los días más especiales de su vida lo vivió en Asturias. "He recibido muchos premios, pero como el que me entregó la Asociación de Diseño y Moda de Asturias, ninguno". Por eso, siempre que le llamen del Principado, aquí estará.

Compartir el artículo

stats