Pedro Almodóvar es, sin permiso de Santiago Segura, el cineasta español con más afán de protagonismo de la historia del cine español. Ambos han demostrado ser unos cracks a la hora de promocionarse y atraer al mayor número posible de espectadores con su presencia física en los medios. El director es la estrella. El estreno de "Julieta" se produjo en pleno estallido de los papeles nada higiénicos de Panamá y su creador se apartó bruscamente de los focos. Javier Bardem o Penélope Cruz no tienen problemas en hablar de aquello que no sean halagos y parabienes hacia sus figuras cuando están fuera de España. Almodóvar se suma a la moda y habla en Cannes de una polémica sobre la que sólo emitió un comunicado asumiendo su responsabilidad. Ahora afirma que no se siente culpable y que es una persona muy moral. Su inconsciencia es su inocencia, se podría decir. Y a la responsabilidad que sí asume le echa un manto de invisibilidad al rebajar su participación en los paraísos fiscales a un simple papelito de figurante. La culpa de esa exageración, claro, es de la prensa. Ay, estos periodistas malvados que le tratan como una estrella cuando a él le interesa y no le olvidan cuando hace de figurante. ¡No hay derecho, hombre!
