Bob Dylan lo retrató a la perfección: "Recorrimos en taxi una milla y media. Me pareció que la experiencia había durado un par de meses". Se refería a Lenny Bruce, el cómico que puso patas a arriba a la sociedad estadounidense disparando con un humor de grueso calibre contra todo aquello de lo que era peligroso reirse: la moral, la política, el patriotismo, la religión, el sexo, la ley, las razas, las drogas, los judíos y el Ku Klux Klan. Más madera. Visitó muchos juzgados por las obscenidades que escupía en antros, clubes y grandes teatros. Condenado a cuatro meses de trabajo en un correccional por tenencia y consumo de drogas, apeló pero antes de que el tribunal fallara, murió de sobredosis en su casa de Hollywood Hills allá por el 66.

La mejor forma de acercarse a su volcánica personalidad (muy bien encarnada por Dustin Hoffman en la que sigue siendo su mejor interpretación) es Cómo ser grosero e influir en los demás. Memorias de un bocazas (Malpaso). Estremece leer unas páginas escritas con trilita y desvergonzada sinceridad, y que no esconden que parte de lo que se cuenta es mentira. Vamos, ficción. Da igual que lo que narra no sea riguroso. Al diablo. Es Lenny Bruce, el hombre que no tenía miedo a nadie y que se reía de todo, sobre todo de sus enemigos. De sí mismo por tanto. Un libro cargado de risa y de rabia, de peripecias hilarantes y otras bañadas en frustración.

Por cierto: fue indultado a título póstumo en el año 20013. Seguro que le hubiera hecho mucha gracia.