Una leyenda del rock and roll con gran "sensibilidad para comer pescado". Ése es Robert Plant, excantante de "Led Zeppelin", que el martes hizo una parada en la playa riosellana de Vega antes de su concierto en Gijón para comer y descansar un rato. Lo describe Abel Álvarez, del restaurante Güeyu Mar, quien quedó impresionado de la pasión del músico por el pescado.

Plant, que cumplirá 68 años en agosto, comió rey y tataki de bonito, y se interesó por las brasas, el proceso que caracteriza la cocina de Álvarez. El grupo estaba formado por diez personas y sólo él y otro músico comieron pescado, ya que los demás eran todos veganos y degustaron parrillada de verduras y ensaladas. "Estuvo cinco minutos mirando para las brasas", describió el chef, impresionado por la delicadeza y el deleite con los que la leyenda degustó sus platos. El músico tenía claro que quería comer en Vega e hizo que su equipo llamara hasta tres veces para conseguir mesa. "Les dijimos que teníamos todo lleno y al tercer intento tratamos de hacerles un hueco cerca de las brasas, donde les advertimos de que era una zona agitada, de movimiento y rock and roll", relató el cocinero, antes de añadir que al otro lado del teléfono aseguraron que no era problema, pues tenían bastante de rockeros. En Vega pensaron que se trataría del ex de "Led Zeppelin", y acertaron, ya que pasadas las dos de la tarde llegaron a bordo de tres furgonetas negras y con un gran dispositivo de seguridad.

Los primeros vigilantes se colocaron a la entrada de Vega, donde el túnel, y los otros no dejaron al rockero en ningún momento. La jornada fue muy feliz para Álvarez y su equipo, pero también de gran presión, pues tuvieron que lidiar con paparazzi y admiradores, y la banda les había pedido discreción. Poco a poco se fue difundiendo la presencia del vocalista en Vega y los trabajadores de Güeyu Mar tuvieron que contener a cuantos querían acercarse a él. Este momento llegó, por suerte para la leyenda, después de que se pegase el gusto de dormir una pequeña siesta.

"Cuando acabó de comer se levantó, dejó allí a la banda y se fue caminando, en pantalones cortos, a echar una siesta en la playa", relató Abel Álvarez, para quien un gesto así es "un lujo" que habla muy bien de Plant. La tranquilidad le duró al músico unos tres cuartos de hora -tiempo en el que estuvo siempre vigilado de cerca por sus guardaespaldas-, lo que tardó en propagarse que estaba en la playa de Vega. Rápidamente empezaron a llegar seguidores de todos los lugares próximos, algunos de 16 años, vistiendo camisetas de la banda e incluso llorando por no poder acercarse a él. Hubo quien se agarró a la silla donde se había sentado y seguramente quien quiso probar el pescado que la leyenda del rock paladeó con tanto placer como ellos viven su música.