María del Pilar Teresa Cayetana de Silva y Álvarez de Toledo, XIII Duquesa de Alba (Sevilla, 1762-Madrid, 1802), una de las mujeres más fascinantes de su tiempo, osada y audaz como pocas, suplió la ausencia de hijos biológicos con la adopción de María de la Luz, una niña de raza negra, de origen africano, a la que, según se cree, la aristócrata hizo beneficiaria de su testamento, aunque hay quien opina que el prohijamiento nunca se hizo oficial.

Tal vez la carencia de afecto en su niñez la llevó a proteger a la criatura que aparece en varias obras de Goya, presunto amante de la duquesa sospechosa de ser la modelo de la Maja desnuda, y que, a juzgar por esos testimonios, vivía en los palacios como una más de la familia.

La escritora Carmen Posadas se ha inspirado en la historia de María de la Luz para escribir "La hija de Cayetana", una novela basada en hechos reales aunque "desconocidos", según señalan desde la editorial. Posadas mantiene un silencio hermético sobre el libro, pero no puede evitar que su próxima aparición reavive la leyenda de aquella Cayetana a la que tanto admiraba su descendiente -aunque no por línea directa-, Cayetana Fitz-James Stuart, descendiente de Carlos, el sobrino de la duquesa tan enamorada de su palacio gaditano de Sanlúcar de Barrameda como la otra lo estuvo de Las Dueñas sevillanas.

Aquel Carlos Miguel Fitz-James Stuart y Silva que heredó el título a la muerte de la tía, también se llamaba como el actual duque, Carlos Fitz-James Stuart Martínez de Irujo.

Cayetana, como le gustaba ser llamada y como ha pasado a la historia de España, heredó el título de su abuelo Fernando de Silva a los 14 años. Para entonces ya estaba casada con su primo José Álvarez de Toledo y Gonzaga, marqués de Villafranca del Bierzo y duque de Medina Sidonia. La boda unió a las dos primeras casas nobiliarias de España.

La infancia de la aristócrata fue más bien desgraciada al quedar huérfana de padre a los 8 años. Su madre, Ana de Silva-Bazán, aún joven, se casó dos veces más, primero con el conde de Fuentes y después con el duque del Arco. Así que la heredera se crió con el abuelo, que la mimó y consintió hasta forjar ese carácter rebelde y caprichoso que ha contribuido a acrecentar el mito. Pero bajo aquella capa de frivolidad parece que a la célebre duquesa le latía un corazón maternal. El traspaso de los títulos y distinciones al joven pariente demuestra que María de la Luz fue apartada a un segundo plano al fallecer su madre adoptiva, a los 40 años, en el palacio madrileño de Buenavista, desde 1981 sede del Cuartel General del Ejército. Allí los Alba colgaron múltiples pinturas de los mayores maestros.

Entre ellas la Venus del espejo de Velázquez, hoy en la National Gallery de Londres; La Madonna de Alba de Rafael, exhibida en la National Gallery of Art de Washington, y La educación de Cupido de Correggio, perteneciente también a la pinacoteca londinense.

La duquesa fue elogiada apasionadamente por sus contemporáneos, españoles y extranjeros, y por los poetas de su tiempo. A través de anécdotas y referencias de cartas parece que se comportaba con una libertad que chocaba con las rígidas costumbres de la sociedad aristocrática de su tiempo.

Era la dama española con más títulos después de la reina María Luisa, su declarada enemiga, que moría de celos y envidia, hasta el punto de que cuando Cayetana murió reclamó sus joyas y obras de arte, y con la ayuda de Godoy se quedó con muchas de ellas. La vida de María de la Luz habría sido muy distinta si la mujer que la protegió no hubiese muerto tan joven.

La pequeña habría cultivado la afición a la música y a vestirse de maja, algo que la duquesa solía hacer cuando se mudaba de Buenavista al palacio de la Moncloa (actual sede de la Presidencia del Gobierno), donde se organizaban tertulias y se representaban obras teatrales y por donde pasaron intelectuales como el ilustrado asturiano Gaspar Melchor de Jovellanos, que también visitó a los duques en Sanlúcar. El prócer gijonés se ganó el aprecio de la familia. No resulta extraño. El consorte de Alba era un hombre culto, equiparable a Jesús Aguirre, segundo marido de la otra Cayetana. Quizá conoció a la niña, quién sabe... un enigma más en la vida de la musa de Goya.

Ternura de madre en Sanlúcar. Goya inmortalizó a Cayetana y a María de la Luz en un dibujo del Álbum de Sanlúcar, colgado en el Prado.

El cuadro que posee Plácido Arango. María de la Luz es una de las protagonistas de "La dueña de la duquesa de Alba", óleo de Goya que pertenece a la colección de Plácido Arango. La sirvienta llamada Beata, por su fervor religioso, es mortificada por la niña y Luis de Berganza, hijo de un mayordomo de la casa.