Este año se ha cumplido un siglo de la muerte en León, la ciudad de su infancia, del poeta nicaragüense Rubén Darío. En febrero de 1916 hacía poco menos de dos años que había dejado al otro lado del Atlántico, en el puerto de Barcelona, a Francisca Sánchez, Paca, el amor de su vida. No han dejado de llamar la atención y ser fuente de análisis para todos los que se han acercado a la historia los motivos que pudo haber para que el coronado como el gran maestro del simbolismo moderno, un hombre culto, formado y de mundo, se fijase y se enamorase perdidamente de una joven analfabeta como era la hija del jardinero que a finales del siglo XIX cuidaba las flores del Palacio Real de Madrid. Pero sucedió y testigo de aquel primer flechazo fue Valle-Inclán, quien acompañaba al entonces corresponsal de "La Nación" en Europa en un paseo por la rosaleda de la Casa de Campo.

Francisca Sánchez daría muestras en el futuro de que no era tan simple ni tan analfabeta como la tacharon en su día, y que para soportar quince años al lado del temperamental e inestable Rubén Darío y ser la compañera ideal tenía cualidades de sobra. En 1956 donó todos los documentos que conservaba del escritor a la Universidad Complutense de Madrid sin nada a cambio más que el placer de haber servido a su país y disfrutar compartiendo la obra de un genio con el resto del mundo, un gesto de generosidad para lo que hay que tener mucha amplitud de miras.

Cuando Darío conoció a Paca, su "princesa", estaba casado con Rosario Murillo, quien nunca le puso las cosas fáciles para divorciarse. De hecho, nunca lo consiguió. Aún así, el poeta estaba convencido de su amor y hasta el pequeño pueblo de Navalsaúz, en Ávila, cuna de ella, se fue él dispuesto a oficializar su amor. Juntos emprendieron entonces una relación de la que nacerían cuatro hijos, dos muertos prematuramente. A su lado, Paca aprendió a leer y a escribir, y también a comprender algo mejor a aquellos señores "tan raros" de los que se rodeaba su esposo. Éste compaginó sus idas y venidas a América con la relación con su joven y fiel compañera, a la que paseó por media Europa y de la que nunca quería estar alejado mucho tiempo. Entre los muchos lugares que visitaron figuró Asturias, concretamente la comarca del Bajo Nalón.

Hasta en tres ocasiones -en 1905, 1908 y 1909- ambos veranearon en San Esteban de Pravia (Muros de Nalón) y San Juan de la Arena y Riberas (Soto del Barco). Hasta esta tierra llegaron aconsejados por Ramón Pérez de Ayala, quien habló a ambos de las bondades del clima asturiano, sobre todo, para la maltrecha salud de Paca. En la antigua fonda "El Brillante" de San Esteban y en una casa de La Arena pasaron el primer estío, cuya estancia se recuerda con dos sencillas placas. Pero la humedad no hacía mucho bien a la esposa, y en años posteriores decidieron alejarse de la costa y recalar en una bonita casona del barrio de Monterrey de Riberas, donde la familia González, los propietarios, aún conservan el escritorio donde solía trabajar Darío y que fue restaurado hace más de 10 años por la Fundación Méjica. De la pareja los lugareños recordaban, haciéndose eco de los comentarios que perduraron década tras década, lo enamorados que estaban, la templanza de ella y los vaivenes temperamentales de él, a la par que su afición desmesurada por la bebida.

La última vez que se fueron de Riberas tenían por delante cinco escasos años juntos. Tras estallar la Primera Guerra Mundial Darío decidió viajar a América. En España se quedó Paca y dos hijos, que malvivieron según recogen las crónicas, y no tuvieron más remedio que regresar al humilde Navalsaúz para sobrevivir y salir adelante entre la miseria. Si el destino les tenía reservado el reencuentro nunca lo pudieron saber, pues la muerte llegó al poeta en 1916. Un fallecimiento del que Francisca tuvo conocimiento tiempo después. Entonces supo que no le quedaba más remedio que rehacer su vida y mirar hacia delante.

"Era su mejor amiga, amante, musa y leal esposa, de la que sólo le separó la muerte", tiene escrito la periodista Rosa Villacastín, nieta de Paca, con la que se crió hasta los 16 años y en 2014 llegó a publicar una novela, junto a Manuel Francisco Reina, sobre la historia de amor de su abuela. "La princesa Paca" es ahora el texto en el que está basada la serie que acaba de empezar a rodar TVE.