Precisamente la grasa, algo contra lo que lucha desde los fogones, es lo que le ha dado más fama, si cabe, al cocinero británico Jamie Oliver (Essex, 1975) esta semana en España. Lo ocurrido es de sobra conocido. En resumen: se le ocurrió difundir una receta de paella con chorizo incluido, algo que ha soliviantado a los creadores más puristas de un plato que, por otro lado, es ya tan universal que tiene incontables versiones. Así que a partir de ahora, pese a quien pese, habrá una versión de paella con chorizo. Por otro lado, no es un gran invento, si se tiene en cuenta el arroz a la asturiana.

La cuestión es que Jamie Oliver es toda una celebridad en su país y ahora también en España, aunque en este caso sea por haber mancillado, según algunos, uno de los orgullos nacionales: la paella. Pero en Inglaterra lo adoran: aparte de por su buen hacer en la cocina (recogido en numerosos libros y programas de televisión), por el firme propósito de enseñar a comer a los jóvenes británicos, a los que quiere introducir por la senda del consumo de alimentos naturales y con poca grasa (el chorizo no está incluido, lógicamente), al tiempo que aspira a desterrar las bebidas azucaradas, contra las que ha emprendido una gran cruzada. Su forma de comportarse ante las cámaras ha hecho que su mensaje cale y la gente sienta intriga tanto por sus recetas como por la vida personal de este atípico chef que es capaz de cocinar un guiso en medio del campo sin más utensilios que una cacerola, un fuego a la antigua usanza y una cuchara, aunque si no queda más remedio le vale para revolver la comida una rama de árbol que tenga a mano. Luego, probará el resultado metiendo el dedo en la olla y llevándoselo a la boca. ¿Quién no lo hace?

Oliver lo hace a diario y no lo oculta. Al igual que tampoco se avergüenza de sus kilos de más y no pierde el tiempo en ponerse un mandil o recogerse su enmarañado pelo para cocinar delante de las cámaras. A una abuela española ha atribuido su receta de paella con chorizo. Y a su propia abuela utiliza como conejillo de Indias para que pruebe sus platos en sus programas de televisión. En éstos ha enseñado en más de una ocasión a su mujer, la exmodelo Juliette Norton, con la que se casó en el año 2000, y a alguno de sus hijos. Su originalidad se demuestra en los nombres elegidos para su abundante prole. Acaba de ser padre y al benjamín le llama River Rocket. Sus cuatro hermanos tienen nombres de flores o animales: Poppy, Daisy, Petal y Buddy Bear.

A todos los introduce en el mundo de la cocina pese a su corta edad. La misma que tenía él cuando empezó a cocinar, con 5 años, en el restaurante de sus padres. Estudió cocina en Londres, donde trabajó con Antonio Carluccio y Gennaro Contaldo, de ahí la influencia italiana que se le atribuye en su cocina. La BBC se fijó en él a finales de los 90 y desde entonces su fama no ha hecho más que crecer. Tiene un restaurante en el que emplea a jóvenes conflictivos, a los que da un salario a cambio de que se labren una profesión entre los fogones. Londres es su base de operaciones, aunque él prefiere vivir en el campo o subirse a su caravana y recorrer Inglaterra para conocer las recetas de cada condado y recuperar los viejos modos de cocinar. EE UU, Italia y la propia España también han sido destino de sus viajes culinarios. En su casa de Clavering tiene un espectacular huerto del que nutre sus platos, siempre contundentes, para nada ligeros, pero sí muy sanos. El aceite de oliva, por cierto, es uno de sus ingredientes preferidos, aunque como buen inglés de vez en cuando echa mano de la mantequilla. Ha recibido la Orden del Imperio Británico y ha sido el encargado de cocinar para los mandatarios más importantes del planeta, reclutado por Downing Street, en alguna cumbre internacional. De una, por cierto, tuvo que irse a mitad de cena pues su mujer se había puesto de parto.