En la cabeza del pionero Charles Lindbergh, un gorro marrón de cuero, con forro interior de borrego y sin un botón en la frente, hizo historia al cruzar por aire el Atlántico. Perdido en una huerta parisina y custodiado durante décadas por una familia, la prenda busca hoy nuevo dueño en una subasta en París. El gorro es tan ordinario como extraordinario fue su periplo.

El nombre de Lindbergh quedó asociado el 21 de mayo de 1927 a la gran aventura humana gracias al monoplano "Spirit of St. Louis", con el que viajó desde Long Island hasta el aeródromo de Le Bourget, en las afueras de París. Fue recibido como un héroe en la capital francesa y, a su regreso, Nueva York le dispensó una acogida como solo se ven en las películas: cuentan las crónicas que más de tres millones de personas salieron a las calles para el mayor desfile de confetis jamás visto. Pero "Águila Solitaria" Lindbergh volvió a su patria sin gorro. Al poco de culminar su travesía transatlántica de 33 horas, un antiguo mecánico le birló el casquete en plenas celebraciones. Horas después, quién sabe si arrepentido, devolvió la prenda al embajador estadounidense. Había sido un primer aviso, pero el segundo sería el definitivo. El 27 de mayo, Lindbergh regresó a Le Bourget con el permiso para sobrevolar París en unos ejercicios de exhibición. Durante uno de los tirabuzones, el gorro salió volando. Una mujer halló el gorro en una huerta y decidió quedárselo. No reapareció hasta más de cuatro décadas después, en 1969.