Pese a que las críticas más independientes lo acusan de hierático y desganado, Justin Bieber cautivó a miles de adolescentes entregadas a su paso por España. Pero también a numerosos famosos que acudieron a sus concierto en Madrid y Barcelona. Después de la polémica surgida en torno al cantante norteamericano tras el puñetazo que propinó a uno de sus fans en Barcelona, Bieber pasó a la capital de España, donde dejó impresionados a sus fans madrileños.

Muchos fueron los famosos que no quisieron perderse el concierto de Justin Bieber. Por ejemplo, Belén Esteban acudió al evento del mayor ídolo de su hija y, por supuesto, suyo ya también. El jugador del Real Madrid Sergio Ramos fue otro de los que no dudó en acudir a la cita del cantante. El defensa madridista se fotografió con Bieber en los camerinos del Palacio de los Deportes de Madrid reconociendo que fue un gran show el que hizo el artista, pese a lo que decían los críticos. La foto se hizo viral pues frente al entusiasmo que manifestaba Ramos quedaba clara la indiferencia de Bieber posando con un señor que no parecía conocer en absoluto.

La actriz y presentadora de televisión Arancha de Benito fue otra de las que colgó en las redes sociales fotos asistiendo al concierto de Bieber en Madrid en compañía de su hija y de sus amigas.

Tras publicar su disco más maduro e iluminado, de Justin Bieber se esperaba un crecimiento similar en la gira, pero del show que lo llevó en la noche del miércoles a Madrid no se puede decir que haya mucho de él ni en vivo ni en directo. "Quiero recordar a todo el mundo que no importa quiénes seáis, de dónde vengáis o lo jóvenes que seáis, todos tenemos un propósito", dijo paradójicamente hacia el final de un concierto con mil elementos, excepto el que más suele marcar la diferencia: el espíritu de su estrella.

En Madrid no hubo golpes como el de la jornada previa en Barcelona a un fan, pero tampoco de los de gracia. Con gafas, hierático, desganado y movimientos automáticos en las coreografías, el canadiense se mostró durante casi todo el tiempo desconectado de los gritos de los más de 15.000 asistentes que agotaron hace nueve meses las entradas, muchas por encima de los 100 euros de precio.

A ello se sumó un abuso de las voces pregrabadas que no se molestó en disimular, aunque no estuviera haciendo nada relevante sobre el escenario en ese momento. El sonido, al menos, resultó apabullante, entre las bases programadas y la banda que lo acompaña.

Lo mejor de su propuesta fue sin duda el cuerpo de baile y una escenografía electrizante.