"Autoritario, todas sus amantes debían obedecerle, pero en dos casos se encontró con dos seres muy inteligentes e independientes: Dora Maar y Françoise Gilot. La primera fue abandonada; la segunda lo abandonó".

En este 2017 toca hablar de la primera por varios aniversarios: 110 años de su nacimiento, 20 de su muerte y 80 desde que documentó el proceso de creación del famoso "Guernica" de Pablo Picasso. Pero mientras lo que gira en torno al más famoso pintor español de todos los tiempos siempre da que hablar, no sucede así con Dora Maar, su amante sí (una de muchas), pero también una artista (fotógrafa, pintora y poeta), aunque esta faceta siempre ha estado solapada por ese puñado de años que pasó al lado de Picasso y que le marcaron de por vida.

La profesora Victoria Combalía puso todo su empeño en reivindicar la figura de la Dora artista en una biografía (Circe, 2013) centrada en su faceta creativa y en la que se recoge la declaración que abre este artículo, toda una reivindicación de la brillantez de la que fue, sin lugar a dudas, una musa para Picasso mientras alumbró el "Guernica".

Es imposible negar a éste un destacado papel en la trayectoria de Dora Maar. El pintor malagueño y otros contemporáneos célebres como George Bataille, Man Ray, Nusch y Paul Éluard, Roland Penrose, Lee Miller o Marie Laure de Noailles desfilaron por su vida. Pero ninguno influyó tanto, en tan poco tiempo, en la frágil Dora como Picasso, descrito como un devorador sexual insaciable, egoísta y ególatra. Una característica, la primera, para la que la joven llegaba suficientemente preparada, después de su noviazgo con Bataille, que la había introducido en las prácticas sadomasoquistas.

Al egoísmo del pintor también se adaptaría sin problemas, embrujada por la arrolladora personalidad de éste. Célebre es la escena de cuando se conocieron, en el invierno de 1936, en el popular café parisino "Les Deux Magots". Picasso se encaprichó ("se fascinó") de la guapa joven que jugaba a colar una navaja entre los dedos de su mano. Hacia su mesa fue y ella le entregó en prenda su guante ensangrentado.

Ahí se desencadenó todo: una tormentosa relación sentimental en la que ella fue devorada por los celos (Picasso la alternó con otras amantes e incluso tuvo una hija), pero también muy fructífera en el plano creativo, en la que la talla intelectual de Dora y más tarde su compromiso político superaron con creces a los del pintor, siempre a lo suyo: su obra y el sexo.

Al año de conocerse llegó el "Guernica". Sería una gran tela, de marcado carácter político, en defensa de la República y contra la barbarie fascista. En el taller de la Rue des Agustins Picasso alumbra el cuadro y Dora documenta el parto, "registrando ese proceso con una devoción mística. Es una dama fiera que ante su dios se amortigua con una devoción que asume el sacrificio como norma", ha descrito el periodista y escritor Antonio Lucas. "Él la retrata en las cuatro mujeres que gritan, y huyen, y lloran en el lienzo".

Los lloros reales de la musa serían mayores al poco tiempo, cuando Picasso se cansó de ella. Entonces, se aisló del mundo, se encerró con sus recuerdos y en sí misma, con estancias varias en psiquiátricos. Victoria Combalía fue de las pocas que logró acceder a ella poco antes de su muerte. Entonces parecía haber superado el trauma picassiano. Murió sola, a los 90 años. Hubo 7 personas en su funeral, y en su herencia, 130 picassos.