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Palabra de Vito Corleone

A los cuarenta y cinco años de su estreno, "El Padrino" mantiene su aura mítica, y sus frases son un compendio de sabiduría

Palabra de Vito Corleone

" 'El Padrino' es el I-Ching, la suma de todas las sabidurías. La obra con las respuestas a todas las preguntas de la vida". Esta sentencia, tan radical y, al tiempo, tan plausible bien podría formar parte del corpus de citas de Slavoj ?i?ek. Mas, en realidad, su autor es un personaje de ficción, tras el que se ocultan las ágiles manos de Nora Ephron: se trata de Joe Fox, coprotagonista de esa revisión digital de "El bazar de las sorpresas" titulada "Tienes un e-mail". Un personaje con los rasgos de Tom Hanks que, mientras coquetea con una librera encarnada por Meg Ryan, suelta frases de la saga dirigida por Francis Ford Coppola, a partir de las novelas de Mario Puzo.

Con motivo del 45.º aniversario del estreno de la película original, el Festival de Cine de Tribeca, el mismo que impulsó años atrás Robert De Niro -quien interpretó al joven Vito Corleone en la segunda entrega-, organizó este fin de semana un encuentro con Coppola y los protagonistas de la saga en el Radio City Music Hall de Nueva York. Además del cineasta y del propio De Niro, participaron Al Pacino (que encarnó a Michael Corleone en los tres filmes), James Caan ( Sonny Corleone), Robert Duvall ( Tom Hagen) y Diane Keaton ( Kay Adams). En la reunión, los intérpretes y el director recordaron las dificultades para sacar adelante el proyecto, las dudas de los productores ante las elecciones de Pacino y de Marlon Brando para los papeles principales y la vigencia que, pese al paso del tiempo, mantiene la película.

Es difícil concretar las razones por las que "El Padrino" conserva intacto su magnetismo, su poder de fascinación. Al margen del prodigio técnico y artístico que son las dos primeras entregas de la saga, hay algo más en esa historia de la mafia, en la epopeya de la familia Corleone, que la convierte en un drama universal a la altura de las tragedias de William Shakespeare. Como si de una obra del bardo se tratase, "El Padrino" amplifica el escenario, también las consecuencias, de un drama familiar, casi personal. Coppola suele decir que enfocó la primera entrega como la historia de un rey, Vito Corleone, cuyos hijos heredaron diferentes rasgos de su personalidad: Alfredo, su dulzura; Sonny, su temperamento; Michael, su astucia. Una herencia que marcará el destino de todos ellos y de su clan familiar.

Esto último resulta especialmente relevante, pues esa entidad colectiva, "la familia", define mucho más que los vínculos de sangre entre los Corleone. "La familia" es una asociación delictiva, un compromiso moral, un proyecto de vida común, una nación secreta. Es una entidad multiforme, cuya pertenencia obliga a sus miembros laboral y personalmente. No hay vida privada dentro de la familia, ni hay nada sagrado fuera de ella. Y tampoco hay término medio: o estás dentro o estás fuera; o eres de la familia o eres un extraño, quizás incluso un enemigo. Kay Adams lo sabe bien.

La potencia de esa entidad colectiva, también ese carácter multiforme son tales que todos los que han visto "El Padrino" no pueden evitar encontrar paralelismos, en lo positivo y en lo negativo, con otras organizaciones que pueblan las páginas de los periódicos. Desde partidos políticos hasta la plantilla de un equipo de fútbol, pasando por algún sindicato, son muchos los colectivos que parecen replicar los modos y las formas de los Corleone, incluidas la lealtad ciega, el respeto al "Don" y la "omertá", o ley del silencio.

Pero hay algo que esas organizaciones no han podido replicar, como es esa profunda sabiduría que emana de cada frase, de cada gesto, de los Corleone. Aún en estos tiempos de Twitter y sms comprometedores, las brillantes sentencias de la saga, escritas a cuatro manos por Coppola y Mario Puzo, sorprenden por su fuerza, por su rotundidad y concisión. Cuando el móvil brilla y la pantalla se ilumina con un "Luis, sé fuerte", las palabras no despiertan en el receptor el mismo sentimiento de lealtad, de deuda, que en el momento en el que Vito Corleone mira a Sonny a los ojos y le advierte: "Nunca digas lo que piensas a alguien que no sea de la familia". Las profundas connotaciones de ese consejo, de ese mandato, implican una verdad inapelable, un destino inexorable. Por lo mismo, un átono "Ojalá los líos se cierren pronto" carece de la solidez de aquel "Un abogado con su maleta puede robar más que cien hombres armados", otro consejo de Don Vito que Sonny no escuchó, o del "No es personal, Tom, sólo negocios" que Michael Corleone le soltó a Tom Hagen al destituirlo como "consigliere".

La frondosa colección de citas de "El Padrino" es además un asidero para salir de las más incómodas situaciones. No hay mejor manera de alejar el fantasma de una moción de censura que recordar que "El poder agota a los que no lo tienen", ni estrategia más segura para presidir una gestora que aquel "Mantén la boca cerrada y los ojos abiertos". Porque además de la rotundidad, de estas sentencias, de estas reflexiones lapidarias, emana siempre una información adicional, casi un conocimiento ancestral, que hace innecesaria cualquier pregunta o aclaración posterior. Si en vez de "La indemnización que se pactó fue una indemnización en diferido" se dice "Le hicimos una oferta que no pudo rechazar", sobran más explicaciones. Palabra de Vito Corleone.

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