El raccord es la continuidad cinematográfica. Los tacones de Melania Trump son un fallo de raccord de vestuario. Pertenecen a otra escena de bajada de avión de "Presidente muy deficiente" en la que la primera dama no acudía a una zona catastrófica, sino a un elegante funeral. Las redes sociales ratifican la victoria de la gramática de Hollywood. Que Donald Trump y ella vayan a una zona de catástrofe es una representación a la que se exige que sea convincente.

Vestida de la teniente O'Neil de faena habría encantado. Desvestida de sargento Ripley, en camiseta y bragas, habría parecido irreprochable junto a ese ser extraño que tiene una mordiente boca racista dentro de la boca presidencial, se arrima mucho, no es raro imaginarle una baba corrosiva y está dentro de la mitad de EE UU como una infección.

Melania incluso podría ir disfrazada de Wonder Woman porque el tipo le aguanta un traje tan exigente. Así podríamos ver -como el cineasta James Cameron- que hay un feminismo imposible en Wonder Woman, que no se parece nada a Sarah Connor, la madre sudadora que se enfrenta a los Terminator. Wonder Woman fue concebida para liberar a las mujeres por el psicólogo Charles Moulton y recuperó ese espíritu en varias etapas de la serie de cómics. Pero Cameron no acepta la estilización pinturera de los superhéroes con sus capas y su ropa de colores pegada al cuerpo.