Barcelona,

Javier Sierra estaba preparado por partida doble. Primero, para recoger el 66 premio "Planeta" que durante una década se le había adjudicado en las quinielas y que le hacía protagonista a la fuerza antes y después de la entrega. Y, segundo, para esquivar la inevitable pregunta sobre los huracanes políticos. Sierra, que tiene tablas televisivas de sobra, respondió: "En el momento en el que los creadores de esta tensión hagan crítica literaria yo criticaré lo que sucede".

Y recordó que "hace unos años preguntaron a la bailarina Alicia Alonso por la situación política de Cuba y su respuesta brillante fue que 'en el momento en el que el comandante hable de zapatillas de punta, yo hablaré de política".

Sorteado el escollo, Sierra habló largo y tendido de "El fuego invisible", la novela ganadora. Casi nada: "Quiero despertar el fuego invisible que está dentro de cada lector". El escritor turolense narra la búsqueda del grial con una obra fraguada en "el poder de las palabras, en las palabras que inventamos para definir nuevos tesoros". La clave se puede encontrar en la cita inicial del libro, de Doris Lessing: "El origen de toda literatura se ancla muy atrás en la noche de los tiempos, cuando nuestros antepasados se reunían en torno al fuego y se contaban historias".

La finalista, Cristina López Barrio, se adentra con "Niebla en Tánger" en la "creación literaria como generadora de vida propia". La fascinación por el cuento "Continuidad en los parques" de Julio Cortázar, que engarza realidad y ficción, alimenta una "novela dentro de una novela" que aborda una historia de amor trágica y una búsqueda trágica de la identidad de la protagonista.

Se definió como una "picapedrera" de la literatura a la hora de encontrar ideas, en este caso una "devoradora" que se apoderó de ella como "una alimaña" que no la soltó hasta que pudo rematarla.

Barcelona, T.P.

El avispero de la política catalana vació la tradicional gala de entrega del premio Planeta de representantes institucionales. Era de esperar. Carles Puigdemont se mantuvo alejado de un evento organizado por un grupo editor que había decidido días antes cambiar su sede social a la capital de España y Moncloa no envió a ningún ministro. Casualidad o no, el puente entre Madrid y Barcelona lo tendieron dos políticos moderados y dialogantes que, además, son buenos amigos: la presidenta del Congreso de los Diputados, Ana Pastor, de la que habla bien incluso Pablo Iglesias, y Santi Vila, el conseller de Empresa que ha intentado quitar alguna brasa al fuego independentista, y al que muchos analistas consideran un posible recambio de futuro al actual presidente de Govern. Sí hubo dirigentes políticos: Miquel Iceta, del PSC, Javier García Albiol, del PP, o Inés Arrimadas, de Ciudadanos. El buen rollo entre Pastor y Vila viene de lejos. De hecho, la primera asistió a la boda del segundo en 2014 con el cocinero Rafael Vertamatti.

Nada que ver la representación institucional de este año tenso e intenso con la del año pasado, en la que estuvieron los Reyes de España, la vicepresidenta de Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría; Puigdemont, el ministro Rafael Catalá; la delegada del gobierno, María de los Llanos de Luna; el ex presidente de la Generalitat, Artur Mas; la secretaria general del Partido Popular, María Dolores de Cospedal; y el presidente de Ciudadanos, Albert Rivera. Como era de esperar, el rostro de Puigdemont junto a los Reyes era todo un poema, y no precisamente de amor. Entonces ganó Dolores Redondo con una novela policiaca. Este año ha ganado una historia de búsqueda del Santo Grial. A ver si alguien lo encuentra.