La bioquímica asturiana Margarita Salas recibió ayer la medalla Echegaray de manos del Rey don Juan Carlos I en un acto celebrado en la Real Academia de Ciencias. La medalla Echegaray, el más alto galardón científico concedido por la Real Academia de Ciencias, fue instituido a instancias de Santiago Ramón y Cajal en 1905, tras la concesión del Nobel a José Echegaray, y viene a reconocer una eminente trayectoria científica como la de la asturiana. Le han precedido en la distinción ilustres científicos como Leonardo Torres Quevedo, Santiago Ramón y Cajal, Hendrik Lorentz y Ernest Rutherford, entre otros. Se da la coincidencia de que tanto José Echegaray como Margarita Salas formaron parte de forma simultánea de la Real Academia Española y de la Real Academia de Ciencias.

El acto estuvo presidido por los Reyes don Juan Carlos y doña Sofía, que saludaron a la científica asturiana y al profesor Ávila, encargado de su presentación y primer alumno de Salas, en el hall de la Real Academia. Don Juan Carlos calificó a Margarita Salas de "persona excepcional" y destacó "su vocación humanista y su permanente espíritu de servicio a la sociedad". En su intervención, don Juan Carlos puso en valor "el liderazgo, esfuerzo y grandes dosis de generosidad" necesarios para llevar a cabo la labor pionera de Margarita Salas a la hora de poner en marcha los estudios de biología molecular en España en los años 60 tras volver de Estados Unidos con su marido y compañero de investigaciones, Eladio Viñuela. El Rey felicitó a Margarita Salas "por su trayectoria ejemplar" y "por haber sabido transmitir los valores de la Ciencia a varias generaciones de investigadores e investigadoras".

Tras recibir el galardón, Margarita Salas se confesó "honrada y muy satisfecha" y recordó las palabras de su mentor, el Premio Nobel asturiano, Severo Ochoa, al que parafraseó afirmando que "un país sin investigación es un país sin desarrollo".

Además de su faceta como investigadora, Margarita Salas ha desarrollado una larga trayectoria docente que le ha dado "grandes satisfacciones al ver los grandes éxitos de los científicos a los que yo he formado y que juntos formamos una gran familia", indicó ayer.

Llegado el momento de los agradecimientos, Salas evocó la figura de sus mentores Severo Ochoa y Alberto Sols, "que me transmitieron su rigor y entusiasmo", y de su familia, colaboradores y amigos. Concluyó su intervención de forma emotiva recordando a Eladio Viñuela: "Compartí con él momentos muy difíciles al principio de nuestras carreras y su presencia fue siempre un estímulo. Eladio fue mi marido, mi amigo y mi maestro".

Jesús Ávila, su primer discípulo, compartió la afirmación de otro ilustre investigador, López Otín, al calificar a Margarita. Salas como "la investigadora más importante de la Historia de España, habiendo derribado muchos muros como mujer".

Margarita Salas suma así una distinción más -incluido el marquesado de Canero, localidad de la que es natural, instituido por don Juan Carlos para reconocer su labor científica- a una larga lista en la que se encuentran, entre otros, la medalla del Principado, el Premio Nacional de Investigación, la Gran Cruz de la Orden Civil de Alfonso X el Sabio y la medalla de honor de la Universidad Complutense.

La figura de José Echegaray (1832-1916), que da nombre a la distinción, estuvo en su tiempo rodeada de la polémica, sobre todo a raíz de la concesión del Nobel de Literatura en 1904. Ingeniero, matemático, político (fue ministro de Hacienda) y dramaturgo casi por afición, sus coetáneos escritores más jóvenes le identificaron con la tradición literaria más rancia, lo que incluso llevó a que Mariano de Cavia, el 14 de septiembre de 1916, día en el que Echegaray abandonó este mundo, le dedicase el inolvidable epitafio: "Aquí yace el siglo XIX". Incluso Valle-Inclán se negó incluso a recibir una donación de sangre del mismo "porque está llena de gerundios". La incomprensión de científicos y literatos desencantó en muchas ocasiones al primer Nobel español, como mostró con la máxima: "No hay historia de la ciencia en España, aquí no hubo más que látigo, hierro, sangre, rezos, braseros y humo".