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Óscar Márquez, el arte más extremo

Es uno de los tatuadores más reclamados de Europa y realiza algunas de sus técnicas en otros países porque no están permitidas en España

El artista extremo Óscar Márquez en su despacho, Kraker Tattoo Studio, en el sur de Gran Canaria. SANTI BLANCO

Su estética bien podría parecer la de un ser mitológico, tal y como, confiesa, le sugieren algunas personas. Implantes de silicona en el interior de la piel, en la frente, casi a modo de cuernos, y también en los brazos; dilataciones de hasta 40 milímetros en cada una de las orejas y otra que le atraviesa el tabique nasal de lado a lado; tatuajes en gran parte de su cuerpo, incluida la cara, y con aspiración de grabarse más diseños en aquellas zonas de su organismo que aún están libres de tinta. Algunas incluso demasiado sorprendentes.

Óscar Márquez (Venezuela, 1979) es uno de los artistas corporales extremos más reclamados de Europa, y reside en Gran Canaria, aunque desarrolla parte de su actividad en países como Suiza o Noruega, porque algunas de las técnicas que practica no están permitidas en España, como la colocación de los implantes que luce, la conversión de la lengua a un órgano bífido o la inyección de tinta en los ojos. Entre otras personas, ha trabajado para Lidia Reyes, la mujer más tatuada del continente y posible récord mundial como la más tatuada del mundo. Y es que los casi veinte años que lleva dedicándose a la profesión bien le han valido para hacerse un hueco en esta industria.

Hace nueve meses abrió en Playa del Inglés su despacho, Kraker Tattoo Studio, donde pone en práctica sólo algunas de las técnicas que conoce, como el body piercing, es decir, la colocación de pendientes en cualquier parte del cuerpo. "No hay límite para mí, cualquier piercing extremo que exista lo puedo hacer", asegura, "aunque bien es cierto que me buscan mucho por los pendientes genitales, sobre todo los hombres".

Pero lejos de ser ésta la zona del cuerpo donde ha colocado el piercing más extraño, la campanilla y la zona cercana a la tráquea se erigen como los lugares más curiosos elegidos por los amantes del arte corporal extremo. "Se lo ponen personas que buscan extralimitarse, y no es peligroso si se coloca bien", matiza. Además, también realiza cualquier tipo de tatuajes, desde los tradicionales hasta la escala de negros y grises.

Empezó en esta profesión por pura pasión. Y aunque su imagen física es, cuanto menos, llamativa, para él "no es para tanto, es como cuando una mujer se aumenta los pechos, sólo modifica su cuerpo, y el único objetivo con este arte es disfrutar de él y demostrar los extremos a los que podemos llegar". Y por ahora éste es el límite.

Asegura ser consciente de que su imagen impacta, hecho por el cual ha tenido que escuchar multitud de comentarios de todo tipo, "incluso me han preguntado si es algún tipo de enfermedad", apunta, "pero sólo lo hago por arte, me gusta la estética que llevo, no tiene nombre, solamente soy yo con un par de protuberancias". Los implantes no son fijos y se pueden quitar, no duelen y apenas los nota. "Forman parte de mí, son una extensión más de mi cuerpo".

Espacio de contrastes. Debatir con él sobre el concepto de normalidad significa adentrarse en un espacio de contrastes. "En mi mundillo esto es lo más normal, aunque sé que fuera de él no lo es tanto", sostiene. Todo depende de la óptica con la que se mire.

Óscar Márquez lamenta que todavía haya prejuicios contra las personas que lucen esta estética, sobre todo en el ámbito laboral. "Se castiga a quienes tienen tatuajes o pendientes, da igual que estén muy preparados en su profesión", subraya, "pero no se dan cuenta de que se puede ser médico y salvar vidas, o abogados y defender ante la justicia independientemente del aspecto físico".

Es muy complicado encontrar en Gran Canaria especialistas que se dediquen al arte corporal extremo, pero también en Europa, ya que, según apunta, la mayoría trabaja en países de América Latina y Norteamérica. Por eso en su despacho recibe clientes procedentes de Reino Unido, Suiza o Noruega, en su mayoría perfiles masculinos de entre los 20 y los 40 años.

Pero someterse a este tipo de trabajos no puede ser ni una aventura ni un capricho. Así, el artista apuesta por que los clientes tengan suficiente información antes de realizarse alguna de estas técnicas y, sobre todo, saber si los tatuadores disponen de los permisos y la formación necesaria para ello. Su establecimiento, indica, está respaldado por la Unión Nacional de Tatuadores y Anilladores Profesionales (UNTAP).

Por delante espera un futuro prometedor, porque el arte extremo "no pasará jamás de moda". Y en el horizonte, Márquez ya vislumbra las próximas intervenciones que hará en su cuerpo. Lo tiene claro: se tatuará el globo ocular y se bifurcará la lengua, con el único objetivo de tener un aspecto mucho más extremo. La imaginación no tiene límites.

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