El debate en torno al acoso sexual en el cine marca también el paso de la 68.ª Berlinale, el Festival de Cine de Berlín. Las consecuencias del escándalo Weinstein sobrevuelan el certamen alemán, inaugurado el viernes y que, en sus primeras jornadas, ha estado repleto de declaraciones y símbolos en favor de la campaña #MeToo. Como una iniciativa lanzada a través de internet y que recogió 21.000 firmas solicitando que la tradicional alfombra roja fuese sustituida por una de color negro, como muestra de solidaridad con las víctimas de abuso.
En paralelo, la organización del festival ha reconocido haber excluido del certamen un pequeño número de filmes ("menos de cinco", según el director del certamen, Dieter Kosslick) por la implicación de actores o directores sobre los que pesan "acusaciones creíbles" de acoso o abusos sexuales. Un criba que sin embargo pasó Kim Ki-duk, que ha llevado a Berlín su película "Human, Space, Time, and Human".
El cineasta surcoreano, ganador del "Oso de Plata" a la mejor dirección en 2004, fue acusado por una actriz de haberla abofeteado durante un rodaje y obligarla a realizar escenas de sexo improvisadas. Unos hechos que Ki-duk reconoce, aunque insiste en que había mucha gente en el set de rodaje aquel día, y que nadie (salvo la actriz) consideró que aquel fuese un comportamiento inadecuado.
La inclusión del cineasta responde, en todo caso, al precario equilibrio que trata de mantener el certamen, que quiere evitar los excesos de puritanismo que habría emergido a rebufo de la campaña #MeToo a juicio de algunas figuras del cine (caso de Michael Haneke o la actriz Catherine Deneuve). Así, los vestidos negros y los gestos graves de la alfombra roja conviven con el liberalismo de la noche berlinesa. Una actitud abierta que emerge, mejor que en ningún otro sitio, en el célebre KitKatClub, en el que se preestrenó, en la noche del sábado, la película "Night Out", filme de Stratos Tzitzis ambientado, precisamente, en la capital alemana.
