A sus 43 espléndidos años, vuelve al cine, donde ha desarrollado lo más destacado de su carrera a las órdenes de directores como Aranda, Bigas Luna o Fernán Gómez.

¿Se puede abordar con humor hasta lo peor?

Si se hace con inteligencia y tacto, creo que sí, porque en la vida está todo mezclado y a veces lo trágico hace reír. Pero el factor tiempo es importante. Como dice Woody Allen, la fórmula de la comedia es tragedia+tiempo.

Maktub significa, en árabe, “lo que está escrito” ¿Cree en la predestinación?

Para nada. ¿Dónde quedaría entonces el libre albedrío? Creo en la capacidad del ser humano para cambiar las cosas, salir de una situación dolorosa y dirigir su vida.

¿Le gustan las sorpresas?

Hasta las que no me gustan. Las que descolocan la vida para bien o para mal te permiten cambiar de perspectiva y huir del acomodo en el que nos solemos colocar.

¿Qué hace si tiene un rato libre?

Ordenar armarios. Yoga. Pilates. Llevar a los niños al parque. Ir al teatro. Se me ocurren muchas cosas.

¿Ver series de televisión?

No. Veo muy pocas porque me gusta que el final no se demore años. Me enganché a Mildred Pierce, la de Kate Winslet. Sólo eran seis capítulos.

¿Sale de marcha?

Nada. Como no bebo -salvo algo de vino de la Ribera del Duero-, me aburro y me entra sueño. Y antes me ahogaba con el humo del tabaco. Lo pasaba fatal.

O sea, que no se viste para matar.

Los tacones me matan. ¡Yo iría siempre descalza! Soy muy de pantalones, salvo en verano, que me vuelvo muy femenina, como italiana, y me da por los vestidos vaporosos. Pero en invierno soy un ser neutro.

¿De comer?

De todo. Desde la cocina japonesa a la pasta. Me encantan los guisos y las sopitas.

¿Tiene algún restaurante favorito?

Come Prima, en el barrio de las Letras de Madrid. Es cocina italiana. La scottata es espectacular.

¿A qué no dice nunca que no?

A un buen jamón de Jabugo. O al dulce de leche. Si peco con una sola cucharada, me tomo el bote entero.

Y luego, ¿al gimnasio?

Sí, pero, comparada con las señoras de 60 que hay por allí, soy un cero a la izquierda. Muy, muy vaga.

¿Con qué alimenta el espíritu?

Con grandes dosis de amor de todo tipo. Paseando por el campo o por la playa. Leyendo.

¿Qué lectura recomienda?

De profundis, de Oscar Wilde. Un viaje muy potente.

¿Dónde encuentra su paisaje?

En Uruguay. De Punta del Este hacia arriba. Está lleno de playas, de pueblitos, de un campo verde maravilloso. Allí me enamoré de mi marido (el pintor Papin Lucadamo).

¿Y su aroma?

En una higuera. De hecho, mi perfume huele así.

¿Un color que le dé paz?

Verde oliva.

¿Y un pensamiento que le sosiegue si está enfadada?

Entonces no me sosiega nada. Soy un volcán en erupción.

¿Le amansa la música?

Nada. Sólo la escucho en el coche. Canturreo mucho, pero me molesta tener música puesta.

¿Cuál es su momento pacífico del día?

Cuando llegan mis hijos del colegio, antes de la espantada general, en la que cada uno va a hacer lo suyo. Es breve pero intenso.