Aprendió como crítico el oficio de hacer cine. ‘Celda 211’ le trajo una lluvia de premios Goya. Cinco años después, ‘El niño’ ha sido el mejor estreno del año y preseleccionada para los premios Óscar.

¿Relajado tras el arranque feliz de El niño ?

Sí. Hago las películas para que la gente las disfrute y, tras un segundo fin de semana fantástico - es cuando se comprueba si la película gusta o no- y llegar a 1,5 millones de espectadores, he sentido alivio y he empezado a sonreír.

Ya, porque ha habido momentos duros durante la producción, que ha sido larga.

Sí. La película estaba preparada, pero nos pilló la crisis, se paralizó todo y se atrasó un año. Pero el jarro de agua fría lo transformamos en un año más para ensayar y entrenar con los actores que venían de la calle e involucrar a más instituciones. No paré y fue una gran ventaja al iniciar el rodaje.

¿El buen arranque garantiza poder seguir haciendo cine?

También el éxito de Celda 211 me dio la certeza de hacer una siguiente película y así ha sido, aunque no estás libre de contratiempos, como el que tuve. Creo que sí, que El niño va a hacer que me dejen rodar otra y lo agradezco, porque no poder rodar sería como si me cortaran los brazos y las piernas.

¿Algo en mente?

Sí. En este tiempo escribí con Jorge Guerricaechevarría una comedia negra inglesa.

Eso suena a la Ealing.

Eso es. Algo como El quinteto de la muerte: coral, muy divertida, con un punto inmoral. Se llama Murder weekend (El asesinato de fin de semana). Lo que tengo claro es que tengo cuerpo de comedia.

Disculpe, ¿le llamo crítico de cine o mejor excrítico ya?

Como quiera, pero creo que siempre fui un director en ciernes, alguien que quería dirigir desde pequeño y que por el camino se encontró con una escuela maravillosa como el periodismo cinematográfico, que me permitía acercarme a directores, rodajes y conocer ese mundo desde dentro. El crítico que fui y el director que soy son el mismo. Me mueve lo mismo: disfrutar del cine y tratar de hacer disfrutar de él.

A lo que iba, ¿cómo es que un crítico, o excrítico, no hace ‘cine de autor’?

Me gusta todo tipo de cine, siempre que me haga sentir algo. Como director busco, sin renunciar a una visión del mundo y a un cierto peso, proponer eso desde el entretenimiento. Mis películas son historias muy personales y en ese sentido son de autor, pero tratan de meter al espectador en el juego. Creo que el cine de género ha dado películas con una profundidad mayor en el análisis que otras planteadas de modo más discursivo.

Un ejemplo.

La inversión de los ladrones de cuerpos. Y comedias como las de Wilder o Lubitsch. El concepto de cine de autor fue acuñado por Cahiers du Cinema para descubrir a gente que hacía cine de género, como Hitchcock, así que es una terminología engañosa.

Abundan los comentarios pesimistas sobre el futuro del cine en España. ¿Los secunda?

No. Estamos en crisis en todos los ámbitos, pero parece que se pongan palos en la rueda para que el cine hecho en España no avance. Creo que hay una cierta ceguera para no apoyar al cine sin desembolso alguno del contribuyente.

¿Se refiere a bajar el IVA de las entradas y los incentivos fiscales a los rodajes o a algo más?

Sí, eso. En Francia lo tienen claro: a las producciones extranjeras les piden que un pequeño porcentaje de cada entrada vaya a una bolsa destinada al audiovisual francés.

¿Eso no es proteccionismo?

Los americanos son los más proteccionistas: no permiten estrenar cine extranjero doblado. Lo que comento son cosas que no demonizarían el cine español a ojos del espectador, al no salir de los presupuestos del Estado. Aun así, a todos los del cine nos mueve un amor y una pasión que es imposible que la aplaquen.

¿Y a la gente del cine le sobra política?

¿En qué sentido?

Por sus declaraciones públicas. Aquello de ‘los de la ceja’, ya sabe, y las galas de los Goya.

A lo mejor sí, pero yo no hablo desde una posición ideológica, sino casi económica. El cine también genera turismo: ahí está el fenómeno de Barcelona tras Vicky Cristina o la ruta de los pueblos de Ocho apellidos vascos. Son de cajón los beneficios que reporta el cine. ¿Si sobran manifestaciones? Cada uno puede hacer lo que quiera.

¿Y Daniel Monzón, qué hace? Mis convicciones las dejo en la intimidad. No utilizo el acceso a los medios para hacer mítines políticos. No lo hago desde mis propias películas… Contienen una forma de ver el mundo, claro, pero no me gustan los discursos ni los mítines.

La paradoja al hablar de lo mal que está el cine en España es que triunfan Ocho apellidos vascos y El niño. ¿Se lo explica?

El cine americano hará un 10% de películas interesantes al año y el cine español estará a la par. Si se hacen cien, todos los años hay una decena que la mitad es éxito de taquilla y el resto tiene una calidad nada desdeñable. Creo que no está nada mal, sinceramente.

¿El reto de El niño es batir a Ocho apellidos vascos?

No. El éxito externo no lo puedes controlar. Sería empujarme a la infelicidad y al absurdo. Y lo de

Ocho apellidos vascos rebasa el éxito cinematográfico para convertirse en fenómeno sociológico.

Los estadounidenses andan también asustados con la caída de la taquilla. ¿Qué pasa: no se hace buen cine o el público ha huido a otros soportes?

Para mí, la última gran década del cine americano fue la de los setenta. Y lo que percibo últimamente como espectador es que me parece estar viendo la misma película. Todos estos blockbusters de acción y superhéroes son como miméticos. De hecho, en El niño me planteé que la acción fuera muy física, porque ahora, con los grandes efectos especiales digitales, parece que estés en un videojuego.

¿Lo digital acerca demasiado el cine a los videojuegos?

Exactamente. Si vas al cine no quieres que te ofrezcan a un tío jugando un videojuego por ti.

¿Es una amenaza entonces?

No. Es maravilloso si se utiliza bien. Cuando se abusa, la gente se cansa. El cine no puede basarlo todo en un espectáculo digital.

Reivindica el naturalismo y el verismo en sus películas. No suena moderno, lo siento.

No, ¿verdad? Pero si se fija en Orson Welles, Hitchcock o Renoir, que son clásicos, no verá nada más moderno. El término moderno casi me repele, en ese sentido de buscar algo nuevo y que pasa de moda pronto. Lo moderno bien entendido está en los clásicos.

¿Le atrae cinematográficamente la corrupción?

El niño es de alguna manera una fábula moral. En este momento, el gran problema de la humanidad es la codicia, un virus que contamina al ser humano. Algo de eso plantea El niño, que arranca y termina con ese flujo imparable de dinero y plantea cómo los personajes reaccionan según su alma y ética. Desde ese lado me interesa la corrupción.