Miembro de tercera generación de una estirpe de leyenda, la risueña actriz, madrileña, de 30 años, afianza su carrera con paso firme. Tras participar en Juego de tronos, se hace hueco en la gran pantalla con filmes como El viaje más largo o Proyecto Lázaro, de Mateo Gil. Una romántica historia de ciencia ficción, en la que encarna a la novia del primer ser humano resucitado sesenta años después de ser criogenizado.

"Creo que el hecho de que las mujeres sangremos todos los meses nos da otra perspectiva de la vida y por tanto de la muerte", explica. "Es algo muy visceral y profundo. Luego hay hombres y mujeres muy valientes, que afrontan el paso de un estado a otro con gran coraje. La valentía no es una virtud exclusiva de unos u otras".

En su opinión, la diferencia la marca lo biológico, que le sirve para establecer una interesante comparación. "El carácter del hombre se corresponde con su sexualidad. A la hora de tener sexo, el hombre avanza con rapidez hasta eyacular y volver a la normalidad. Su recorrido se acaba pronto y busca otro objetivo. La mujer, en idéntico momento, manifiesta otra forma de energía más rica, elevada y duradera. Conlleva llegar a las metas con más constancia y profundidad. Históricamente lo importante era que el hombre lograra su propósito "en el sexo y en la vida" y no importaba mucho si la mujer lo acompañaba, pero eso ya no sirve. Somos conscientes de una libertad que nadie nos ha regalado".

Subraya, además, "que ellos no aprecian lo que tienen delante, en materia amorosa. Siempre piensan que más allá habrá otra cosa que les pueda satisfacer más. Las mujeres poseemos el arte de saber cuidar los afectos presentes sin pensar en los futuros".

A pesar de que cree que se tiende hacia el equilibrio, se queja de lo básicos que siguen siendo los papeles femeninos en películas y series "tanto en España como en el extranjero. No saben retratarnos, no son creativos ni imaginativos, lo hacen de un modo poco realista. Tampoco quiero que nos idealicen, pero al final, o somos las tontas románticas a las que toman el pelo o unas locas por el sexo que usan y tiran".

Insólita como es, reconoce lo mucho que le gusta ver comer a un hombre."Entro en trance cuando le veo disfrutar de la comida y la bebida con placer. Es algo bello en lo que merece la pena fijarse. Pero si, al rato, empiezan a hacerse los machos, a compararse y hablar de quién tiene el mejor coche o el miembro más grande, la magia desaparece al instante".