Más de sesenta años, y muchos acontecimientos, históricos, sociales, artísticos, separan en el tiempo la creación de los modelos exhibidos en el libro 'Dior Couture'. Tampoco los han realizado las mismas manos. Y, sin embargo, las imágenes resultan extrañamente coherentes. Probablemente porque todos compartían, incluso sin ser muy conscientes, la idea de Dior de que "la moda responde a la necesidad colectiva de creer en la magia".

En el mundo de hoy, el diseño de ropa es uno de los últimos sustitutos de la fantasía, y el costurero es quien ostenta la varita mágica del hada madrina de la Cenicienta. Así debe de ser, ya que si se compara al fundador de la firma, el reconocido Christian Dior, con su último director creativo, John Galliano (fulminantemente despedido el pasado año por unos desafortunados comentarios en público estando ebrio), no podrían ser, en infinidad de cosas, personajes más dispares. Pero los dos tuvieron la misma osadía de revolucionar lo establecido.

Como también lo hicieron los costureros que sucedieron a Dior, fallecido en 1957, y que nombró heredero a un joven Yves Saint-Laurent, al que siguió Marc Bohan y, posteriormente, el italiano Gianfranco Ferré, cuyas propuestas, menos innovadoras, no forman parte del libro por decisión de Patrick Demarchelier, el fotógrafo que lo firma.

Con todo derecho, ya que fue él quien puso en marcha este proyecto personal hace ya algunos años. "Todavía recuerdo lo mucho que me interesaba en mis comienzos hacer fotos de alta costura", explica este reconocido fotógrafo especializado en moda. "Cuando no eres más que un aspirante y te llaman para hacer costura, significa que has llegado arriba. Si la ropa es fea, intentas camuflarla en la imagen. Con la costura de Dior, lo único que quería era que se viera".

Así, los trajes de día y de noche, las chaquetas, los corsés y los conjuntos sastre son los auténticos protagonistas de este libro con un total de 120 fotografías en blanco y negro y color, la mayoría de ellas de prendas originales de Christian Dior y John Galliano. Una magna producción para la que se hizo necesaria una exhaustiva tarea de inmersión en los cuidados y bien documentados archivos de la casa, para seleccionar las prendas que mejor reflejaran su historia.

Todo requería una especial atención, incluso el empaquetado y custodia de unos trajes históricos e irrepetibles para que no resultaran dañados ni se extraviaran en los viajes a los lugares del mundo donde se hicieron las sesiones fotográficas, ya fueran unos jardines de París, estudios de cine de Pekín o la popular Times Square neoyorquina, entre otros.

La máxima responsable del estilismo, Corine Roitfield, explica en el libro que en este se encuentran todos los elementos que definen el estilo Dior. Tanto lo que se conoció como el new look en el momento del lanzamiento de la firma, en 1947 y aún en plena posguerra europea, por la conmoción que representó el estilo del modisto respecto a lo conocido hasta entonces en moda femenina, como por las posteriores innovaciones: la línea A, la H, los tejidos masculinos, las flores, los bustiers... Se enfrentaron también a algunas dificultades.

Como explica Roitfield, "nada más ver una chaqueta, puedo saber si es original de Dior o de una época posterior, porque antes las mujeres eran más bajas, con más curvas y caderas más anchas, y por eso, cuando fotografiamos a modelos actuales con prendas antiguas hay que ponerles rellenos". Dior, que consideraba, en sus propias palabras, que "mi trabajo es arquitectura efímera", no se dedicó al diseño de moda hasta haber cumplido los 35 años.

Pero, en los círculos artísticos del París de los 30, había adquirido un bagaje artístico y cultural que dio consistencia a su proyecto y le catapultó a la fama mundial en sólo una década. El tiempo que pudo disfrutar de su proyecto antes de fallecer prematuramente con sólo 45 años.