Se acabó el consumo masivo sin conocimiento, el comprar por comprar sin verdaderamente necesitar; regalar ropa que todavía luce la etiqueta, hacer limpiezas de armario cada temporada y otros métodos para seguir llenando nuestros vestidores de prendas y más prendas. La crisis ha dado una lección de sensatez al consumidor, que cada día prefiere gastar más y despilfarrar menos, primando calidad en vez de cantidad.

Por supuesto, las grandes beneficiarias de este consumismo asilvestrado, que atesoraron infinitos instrumentos de medición de las conductas de sus clientes, han sido las primeras en notar este cambio de formas. Y la reacción parece haber sido rápida. No obstante, no hace falta trabajar para el señor Amancio Ortega para notar este cambio. Sólo hay que percatarse del éxito de nuevas marcas como Bimba y Lola, que simbolizan a la perfección ese punto intermedio entre la moda frugal del low-cost y la calidad y el diseño de las marcas high class.

Bimba y Lola empezaron de cero, construyendo su propia imagen de marca en el momento idóneo para afrontar el mercado de esa manera. Pero ¿cómo le dices a los millones de clientes de Zara o de H&M que ahora la ropa va a ser de mejor calidad? ¿Bastará la triquiñuela con subirle el precio a las prendas? Los primeros parecen haber optado por la renovación estética de sus tiendas -que se plasmará en su nuevo establecimiento de la Quinta Avenida neoyorquina-; un entorno más nítido para vender -en principio- mejor ropa.

Desde hace un par de temporadas el precio de determinados productos del buque insignea Inditex han subido, pues su calidad también lo ha hecho (sobre todo zapatos y bolsos). H&M en cambio, ha recurrido al diseño en vez de a la calidad. Sus colecciones especiales con grandes nombres del diseño de moda le permiten mantener la calidad de las prendas pero incrementar el precio, además de crear un efecto "histeria" entre los fans de la moda. Su próxima aventura, una colección de diseños para la alfombra roja, parapeto perfecto para vender estilo y glamour.