En la historia ha habido epidemias terribles. ¿Podrían repetirse en pleno siglo XXI? Microbiólogos, especialistas en enfermedades infecciosas coinciden en que seguirá habiendo epidemias. Y lo peor, subrayan, es que es muy difícil, por no decir imposible, preverlas.

Es imposible predecir las futuras infecciones y epidemias. La experiencia demuestra que sólo en las últimas décadas, las que se han previsto no se dieron y en cambio, otras pillaron por sorpresa: el sida y su virus VIH, el mal de las vacas locas, virus VIHel síndrome respiratorio SARS

La malaria, junto al sida y la tuberculosis, pesa como una losa sobre el progreso de muchos países, sobre todo en África. Entre las tres enfermedades infecciosas suman unos cinco millones de muertes al año en el mundo; muchas, de niños. Estas infecciones pandémicas son un auténtico desafío porque favorece su expansión la pobreza y, a la vez, son causa de pobreza. De hecho, donde se dan condiciones sociales deprimidas, sea en países ricos o pobres, brotan las enfermedades infecciosas.

La historia de las epidemias es paralela a la de la humanidad (los microbios son anteriores a los humanos): algunos científicos han especulado con que una epidemia de tripanosomosis africana (la enfermedad del sueño transmitida por la mosca tse-tse) fuera una de las razones que empujaron a los primeros homínidos a salir de África. Se han hallado evidencias de tuberculosis en restos del neolítico, en momias egipcias o yacimientos romanos.

A la primera epidemia de peste de la que hay constancia, en el año 541, se atribuye en parte que el emperador Justiniano no pudiera reconquistar el imperio romano occidental. Epidemias de viruela y sarampión eliminaron la mayoría de la población indígena americana en el siglo siguiente a la llegada de los conquistadores... Y así, en todas las épocas.

Aunque como epidemias más devastadoras de la historia rivalizan la de peste (llamada bubónica o negra) de 1346-1353 que, con una mortandad del 25-30% acabó con cerca de un tercio de la población europea; y la gripe de 1918, que, en dos años, mató a entre 50 y 100 millones de personas en el mundo.

La mayoría de estos patógenos siguen activos hoy –incluida la bacteria de la peste, contra la que se dispone de antibióticos pero no de vacuna y de la que hubo un brote en el 2006 en la República Democrática del Congo; o la lepra, de la que hay 250.000 casos al año–. Sólo la viruela se ha logrado erradicar (en 1979). Otros microorganismos patógenos, como el cólera, la poliomielitis o el sarampión, han estado cerca de erradicarse, pero en los últimos años han rebrotado. Y han surgido otros.

Sin duda, una de las alarmas que se dispararon de nuevo en la primavera del 2009 cuando se detectó en México otro nuevo virus de gripe (el AH1N1), mezcla de virus porcino y humano y que, este sí, se transmitía fácilmente por el aire entre personas. Se la llamó gripe A, y a finales del verano del 2010 se dio por acabada la epidemia. Afectó a más de 200 países y causó 18.449 muertos.

"La amenaza de una gran epidemia existe. La cuestión es calibrar bien el riesgo cuando aparece un nuevo patógeno", apuntan los expertos. Y aquí, y más desde la gripe A, hay un debate abierto, no hay consenso entre los científicos sobre qué criterios deben prevalecer para catalogar la gravedad de una epidemia: si el virus es muy letal o si hay muchos casos, aunque el virus sea menos dañino.