"The walking dead", la serie de televisión protagonizada por zombis que una vez abandonada su condición de seres humanos se mueven como autómatas, descentrados y descerebrados, no está tan lejos de la realidad. Es un hecho que los ciudadanos del mundo occidental cada vez pasamos más horas en espacios cerrados, atrapados en la tecnología, inevitablemente conectados y cada vez más desconcertados. Una gran parte del tiempo funcionamos por inercia, automáticamente y sin saber qué nos mueve. Y no es que eso sea imprescindible. Los niños lo saben sin haberse parado nunca a pensar en ello, crecen y lo olvidan, se incorporan a las filas de "los muertos vivientes", y siguen avanzando con sus cuerpos descoyuntados.

Viene a cuento todo esto porque esa imagen ilustra bien lo que el pilates intenta reparar y para lo que sirve. Es improbable acabar haciendo pilates sin que antes haya habido una búsqueda personal. No es como calzarse las zapatillas y echarse a la calle a hacer "running", apuntarse a unas clases de tenis o machacarse en el gimnasio. De buenas a primeras no se empieza a hacer pilates, y tampoco se es constante en la práctica si no se tiene claro qué es lo que se puede esperar de él. Tino García, uno de los introductores del pilates en Asturias y de los primeros profesionales en abrir un estudio en España, no se anda con chiquitas: "Si se utiliza como técnica de fitness se está tirando el dinero, es caro y usar los aparatos del método pilates como máquinas de musculación conlleva un elevado riesgo de lesiones". El pilates no es gimnasia, ni rehabilitación ni meditación. Nada de series de ejercicios interminables o de llevar la práctica más allá del dolor; tampoco hay que sentarse en la posición de loto y repetir mantras. Es más sencillo. El pilates es una técnica de movimiento, recoloca el cuerpo, te hace más consciente de él y permite manejarlo con mayor eficacia. Eso requiere paciencia y atención. La peor pereza para quienes practican pilates es la mental.

Cuando el cuerpo deja de ser una herramienta y se convierte en una carga es buen momento para encontrarse con el pilates. Es eficaz con esos malestares imprecisos que provocan las situaciones continuadas de estrés y una vida que transcurre la mayor parte del tiempo entre cuatro paredes: dolores de espalda, musculares y articulares, contracturas, tensiones. Sirve para acondicionar el cuerpo y la mente, a ambas les aporta solidez y precisión. Es efectivo y carece del aura mística que a veces envuelve a las prácticas que movilizan la conciencia.

El pilates combina bien. Muchos entrenadores lo incluyen en la rutina de los deportistas de élite, desde los futbolistas a los atletas, y entre el común de los mortales no es raro alternarlo con otras prácticas deportivas: se hace pilates y se sale a andar en bicicleta, o se juega un partidillo de fútbol de vez en cuando, se va a caminar o se nada. O no se hace nada más. Para algunas personas es un salvavidas, que les ayuda a recuperarse tras una intervención quirúrgica, mejorando su movilidad o apuntalando su estructura interna. "Si se piensa en el cuerpo como en un edificio, el pilates refuerza las vigas", explica Tino García.

El pilates acondiciona el cuerpo, lo prepara para la actividad y lo despierta. Tras dos o tres años de práctica regular se conoce mejor y se ha aprendido a interpretar sus reacciones. Es frecuente, llegados a ese punto, caminar por la calle fijándose en cómo se apoya la planta del pie sobre el suelo o advertir que, ante una situación de tensión, los hombros se yerguen en actitud de defensa y hay que corregir la postura. El pilates enseña que, a menudo, son esas reacciones del cuerpo, muy dañinas si se mantienen cuando dejan de ser útiles, las que están detrás de muchas lesiones. En estos tiempos, en los que tanto se habla de empoderamiento, el pilates consigue precisamente eso: recobrar el control del cuerpo, que no está separado de la mente, y restituirle a su centro de gravedad, que sirve para poner las cosas en su sitio y recobrar la estabilidad.

Hasta aquí las excelencias del pilates. Ahora toca observarlo desde otra perspectiva. Su práctica no es apta para gente de mente cerrada, hay que enfrentarse a él sin prejuicios porque las falsas expectativas conducen fácilmente al abandono. Requiere concentración, y enseña a manejar la atención, hay que escuchar y comprender de verdad las instrucciones que da el monitor; imposible hacer los ejercicios pensando en lo que nos espera en el trabajo, las tareas que hay por hacer en casa o fantaseando con las próximas vacaciones. Muchos aprecian esa exigencia como un atractivo más -entran en el estudio de pilates y el mundo queda fuera-, pero para otros puede representar un problema. Practicar pilates, por otra parte, no es barato. Hay que pensar si merece la pena hacer algunos ajustes en la contabilidad doméstica para permitírselo. Se practica en grupos pequeños, de cuatro personas como máximo y a veces en clases individuales, la supervisión del monitor es esencial y se utilizan máquinas que facilitan y hacen seguros los movimientos, como el "cadillac" (el nombre lo tomó porque su estructura recordaba a la carrocería del coche) o el "reformer". Y todo eso tiene un precio.

El pilates no es una panacea, que nadie se llame a engaño, pero es una gran ayuda en la vida diaria. Tino García cuenta que su maestro tiene 85 años, está a la espera de un trasplante de riñón y depende de la medicación. A pesar de ello, viaja por todo el mundo dando clases y competencias, porque el conocimiento y el control que tiene sobre su cuerpo le permiten manejar el dolor. No es para todo el mundo, probablemente, aunque todos puedan beneficiarse de él. En las clases de pilates hay niños y personas que ya han entrado en una edad provecta.

El pilates, como el yoga, está de moda, como otras prácticas que trascienden lo físico: la meditación, el mindfullness y ciertas artes orientales, y como en la mayoría de ellas de nada sirve subirse a la ola por seguir las tendencias. Sus efectos se advierten después de cierto tiempo, porque disciplina el cuerpo y la mente y eso, inevitablemente, requiere tiempo.

España es uno de los países donde más se practica pilates. Los estudios están llenos y no paran de abrir nuevos establecimientos (importante verificar la solvencia de los monitores). Joseph Pilates, un alemán exiliado a los Estados Unidos en los años 50 del siglo pasado, se sorprendería del éxito de su método. Probablemente lo ideó antes de tiempo: él murió sintiéndose frustrado e incomprendido.