Es miércoles. En uno de los quirófanos más tecnologizados del Hospital Universitario Central de Asturias (HUCA), un equipo de cirugía plástica se dispone a realizar una de esas intervenciones que no salvan la vida, pero la cambian, le dan un vuelco, le aportan un nuevo relieve. La paciente es una mujer que tiempo atrás sufrió un cáncer de mama y que vio cómo habían de amputarle un pecho. Ahora, los especialistas del complejo sanitario de Oviedo se disponen a completar su actuación, a "cerrar el círculo" de un tratamiento duro, angustioso, mutilante, que lesionan el cuerpo y el alma de la enferma.

El doctor Daniel Camporro y su equipo van a reconstruir el pecho de la mujer, y lo harán con tejidos de ella misma, con piel y grasa que le sobran en el abdomen (entre el ombligo y el pubis) y que serán trasladadas a su tórax para modelar un nuevo pecho. Ella volverá a ser ella. Por el medio, una operación que durará entre seis y ocho horas, un trabajo de alta precisión y un procedimiento quirúrgico que empezó a aplicarse hace más de dos décadas, y que en los últimos tiempos ha alcanzado unas cotas de sofisticación que optimizan los resultados de forma espectacular.

"Empezamos a utilizar esta técnica en los años 90 del siglo pasado, pero ha mejorado mucho, ha ido sofisticándose, en la línea de reducir los efectos secundarios sobre el abdomen", subraya el doctor Camporro.

En el quirófano se concentran casi una decena de profesionales sanitarios: tres cirujanos senior, dos residentes, una anestesista, un mínimo de tres enfermeros, un celador... Uno de los cirujanos plásticos veteranos es Ángel Fueyo, especialista con una dilatada experiencia. "En la reconstrucción vamos a utilizar tejidos abdominales que la paciente tiene en exceso. Para eso vamos a hacer un autotrasplante: llevamos esos tejidos a otro lugar del cuerpo y les damos vida. Para darles vida vamos a hacer unas microsuturas a algunos vasos del tórax. Y, por último, vamos a remodelar la mama", explica.

La técnica reconstructiva empezó siendo mucho más grosera, más primitiva. Gracias a los avances conseguidos en los últimos años, ahora los cirujanos sólo emplean piel, grasa y los vasos que irrigan esa piel y esa grasa. En el abdomen de la paciente está pintada con un rotulador la superficie exacta que se la va a cambiar de lugar. Hace una década, después de una estancia del doctor Camporro en la Universidad de Upsala (Suecia), el HUCA comenzó a aplicar una técnica diagnóstica que consiste en un escáner con contraste, un angioescáner: "Nos permite visualizar los vasos que mejor irrigan esa piel y esa grasa, para seleccionarlos y obtener un trasplante lo mejor vascularizado posible y en el menor tiempo posible", explica el responsable del servicio.

Esa selección previa permite ir a tiro fijo a por el material más idóneo para el autoinjerto. En uno de los monitores del quirófano, los cirujanos pueden observar la imagen del escáner. "En esta mejora ha sido clave la colaboración del servicio de Radiodiagnóstico", indica Daniel Camporro.

Comienza la intervención, que consta de varias fases. En la primera, entran en acción dos equipos quirúrgicos: uno prepara el tórax, los vasos receptores de la piel y la grasa que serán transformadas en una mama; el otro equipo actuará sobre el abdomen para extraer los tejidos que van a trasponer. En la segunda parte de la cirugía, se harán las suturas microquirúrgicas imprescindibles para dar vida al trasplante. Una vez conseguido esto, el tercer paso consiste en cerrar el defecto que queda en la pared abdominal (se hace estirando hacia abajo la piel de la zona superior del abdomen, e incluso construyendo un nuevo ombligo), y en remodelar la mama, para crear un pecho lo más parecido a uno natural.

Al tratarse de un autotrasplante natural, de tejido de la propia paciente, se han dejado atrás todos aquellos viejos problemas que causaban los implantes de silicona. La nueva mama es muy similar a la otra, porque ambas están hechas del mismo material; y ambas evolucionarán, crecerán o menguarán al unísono, según su dueña envejezca, engorde o adelgace.

Un apunte interesante: este tipo de reconstrucción de mama, que los expertos denominan DIEP, encierra dos intervenciones en una. "Sacamos todo el tejido, desde el ombligo hasta el pubis, igual que si fuera una abdominoplastia en las mujeres a las que les sobra barriga. Se levanta toda la parte de piel y grasa que recubre la zona del ombligo, se cierra con un cierre directo, y queda una cicatriz por encima del pubis y por encima de las caderas, igual que en una abdominoplastia estética", indica el doctor Camporro.

La diferencia con la abdominoplastia estriba en que, "en vez de desechar ese material, lo usamos para hacer una mama". El jefe del servicio puntualiza: "La cuestión estética no forma parte de nuestros objetivos, como sistema público de salud que somos, pero la intervención para reconstruir la mama conlleva también una reducción del abdomen".

La reconstrucción mamaria -no aplicable en todos los casos de mastectomía- supone "una intervención larga, un media de seis u ocho horas. O más, si surgen dificultades técnicas. Cada paso debe esperar a que se haya terminado el anterior", precisa Ángel Fueyo. El HUCA realiza cada año entre 25 y 30 intervenciones de esta naturaleza. El equipo de Plástica lleva practicadas unas 300.

En realidad, el procedimiento quirúrgico descrito en estas líneas no quedó rematado el mismo miércoles. Concluirá, como es habitual en estos casos, dentro de unas semanas, cuando los cirujanos remodelen el pezón y la areola de la paciente, que por fin dará por superado el largo calvario que comenzó con aquellas terribles palabras de un médico: "Ese bulto que tiene en el pecho puede ser un tumor".

Cirujanos en equipos y por turnos

En una reconstrucción de mama participan en torno a una decena de médicos y enfermeros. La intervención suele durar entre seis y ocho horas. Los cirujanos se distribuyen en varios equipos, y van turnándose, debido a la fatiga que produce el trabajo, en particular las microsuturas de alta precisión.

La cirugía del linfedema se iniciará en pocos meses

El linfedema consiste en una acumulación patológica de líquido en las extremidades. Cuando se localiza en los brazos, lo más habitual es que sea un efecto adverso del tratamiento de un cáncer de mama. El servicio de Cirugía Plástica del HUCA comenzará a operarlo en los próximos meses. "En la mayoría de los casos, el linfedema se maneja al principio con una terapia conservadora: presoteraria y cuidados locales. Muchos mejoran, pero en bastantes casos sólo de forma parcial. La técnica quirúrgica que vamos a implantar se centra en reconstruir el sistema linfático, en restablecer el flujo linfático de las extremidades", explica Susana Carnero, cirujana plástica del complejo sanitario ovetense. Este procedimiento se plasma en trasplante de unidades ganglionares o en suturas linfático-venosas de las extremidades. "La parte más importante es el hábito de microcirugía, que es uno de los puntos fuertes de nuestro servicio", subraya la doctora Carnero.