La Clínica Astur lidera en la región el diagnóstico, tratamiento y solución de los problemas habituales que tenemos en los pies. Los expertos profesionales Pedro Carvajal, Agustín Triviño y Francisco Camblor nos dan algunas novedades y claves en referencia a este frecuente trastorno.

Elementos destacados de la enfermedad. Descontando las roturas groseras del Aquiles, distinguimos a grandes rasgos dos tipos de lesiones: las inflamatorias y las degenerativas (tendinosis); ambas coexisten a menudo. El tendón de Aquiles es el grande de nuestro cuerpo y soporta fuerzas de hasta cuatro veces nuestra masa corporal. Estas lesiones producen aumento de líquido en la zona, dolor a la contracción activa o al realizar estiramiento y calor. Si no se toman medidas terapéuticas, suele haber engrosamiento del tendón en la zona afectada, con dolor a la palpación y con la actividad diaria, por lo que ocasiona impotencia funcional y dificultad para caminar.

Predisposición a padecer esta dolencia. La lesiones aquileas son tan frecuentes en atletas que se estima que un 50% de ellos lo padecerán a lo largo de su vida deportiva, aunque también se observan en no deportistas. Por trastornos en el apoyo plantar, disfunciones musculares que pueden asociarse a un entrenamiento inadecuado, calzado inadecuado? Sin embargo, estos datos causales son actualmente objeto de debate. En los pacientes que padecen lo que llamamos tendinopatías insercionales se identifican protuberancias óseas anómalas.

Sensación de un paciente con tendinitis aquilea. Habitualmente acuden a la consulta por un dolor localizado entre 2 y 6 centímetros por encima de la inserción del tendón de Aquiles y tras una marcha, generalmente, prolongada. A medida que no se resuelve el problema, el dolor puede aparecer durante el esfuerzo físico, llegando a interferir con la actividad de la vida diaria. En los atletas suelen tener dolor fundamentalmente al comienzo y al final de la carrera con un periodo intermedio en el que disminuyen las molestias.

Cuando se palpa el tendón, a menudo aparece un aumento del dolor, calor, engrosamiento, nódulos y crepitación del mismo.

Pruebas básicas para un diagnóstico. El diagnóstico es clínico. Puede completarse con radiografías simples que demuestran alteraciones óseas asociadas y calcificaciones, si existiesen. La ecografía y/o la resonancia magnética confirman el diagnóstico y determinan la extensión de la lesión; también permiten descartar otras patologías como puede ser la rotura del mismo.

Tratamiento idóneo para solucionar esta lesión. Al ser una patología frecuente y accesible anatómicamente, se han realizado múltiples tratamientos.

1. Medicamentoso: antiinflamatorios no esteroideos en las fases agudas. En los casos rebeldes, la aplicación local de determinados fármacos no esteroideos como la aprotinina peritendinosa o inyecciones esclerosantes ecoguiadas han demostrado ser eficaces.

Asimismo, y con una eficacia de más del 90% en distintas series clínicas, la inyección local de factores de crecimiento plaquetario, conocido también como plasma rico en plaquetas (PRP), aplicadas secuencialmente, proporcionan la resolución clínica de este tipo de problema.

2. Fisioterápico: crioterapia, estiramientos, reposo físico, masaje suave, vendaje, ultrasonidos, electroestimulación, entrenamiento muscular excéntrico, ondas de choque extracorpóreas y férulas nocturnas.

3. Ortopodológico: de hecho se suele empezar a tratar estudiando el apoyo plantar, para valorar la alteración biomecánica y, en su caso, indicando el empleo de ortesis plantares para compensar o equilibrar los defectos en la biomecánica del miembro inferior.

4. Quirúrgico: sin embargo, para los pacientes que después de seis meses no responden con el tratamiento conservador, se recomienda cirugía. Este tratamiento quirúrgico puede ser efectuado por vía artroscópica o convencional.