Álvaro tiene un nuevo escudo protector. El suyo, con el que nació, se había dañado gravemente. La sangre de este niño gijonés enfermó cuando sólo tenía trece meses. La leucemia cambió el rumbo de su vida y llevó a su familia a descubrir "un nuevo mundo", en palabras de su madre. El mundo de los hospitales; el mundo de los que sufren, de los que mueren, de los que salvan vidas... Álvaro necesitaba un trasplante de médula ósea, y un donante al que no conoce de nada le cedió células madre de su cordón umbilical. Tampoco así se resolvió el problema. Las complicaciones llovían sobre él. Hubo de ser trasladado a Madrid porque su tripa estaba llena de líquido y apenas podía respirar. Finalmente, las células madre del donante empezaron a funcionar, a fabricar sangre nueva y a renovar su sistema inmunitario, su armadura defensiva. Hoy tiene 5 años. "Lo que vemos ahora de Álvaro es un milagro. Va a guitarra y a kárate. Todo lo que han hecho los médicos es maravilloso", subraya, muy emocionada, su madre, Noemí Candanedo Riera.

El caso de Álvaro es muy similar al de los 80 o 90 asturianos que, cada año, sufren un tumor hematológico maligno y se ven obligados a someterse a un recambio de toda su sangre. Porque eso es un trasplante de médula ósea: una renovación total de la sangre y, en consecuencia, del escudo protector de todo el organismo, del sistema inmunitario, en el que los glóbulos blancos desempeñan un papel esencial. De ese cifra total de enfermos que anualmente son trasplantados, entre 5 y 8 son niños.

"Ningún paciente precisa trasladarse fuera de Asturias para beneficiarse de este tipo de tratamiento", explica Ángel Ramírez Payer, flamante jefe de la sección de Hematología Clínica del HUCA. En la actualidad, en la unidad de trasplante hematopoyético del complejo sanitario ovetense "se realizan todos los tipos de trasplante, servicio que sólo ofrecen 30 de los 80 centros españoles trasplantadores", agrega el doctor Payer. En Asturias, sólo el Hospital Central efectúa esta terapia. La región registró en 2016 un total de 76 trasplantes por millón de habitantes, una cifra superior a la media nacional, situada en 69 por millón.

La médula ósea es un tejido localizado en el interior de algunos huesos del organismo, como caderas, esternón y huesos largos. Es como la caña del hueso. En ella se encuentran las células madre que originan todas las células sanguíneas: glóbulos blancos o leucocitos, glóbulos rojos y plaquetas. Todo empieza con un tumor hematológico, con la presencia en la sangre de células tumorales. Las enfermedades más frecuentes son leucemias agudas, síndromes mielodisplásicos, mielomas múltiples y linfomas.

Los tipos de trasplante que se llevan a cabo como tratamiento dependen de la procedencia de las células madre de la sangre que han de implantarse al paciente para reemplazar la sangre que circula por su organismo. El trasplante puede ser autólogo (con médula del propio paciente que no está dañada), alogénico (de un donante que puede estar emparentado o no con el receptor), y haploidénticos, a partir de donantes emparentados parcialmente idénticos (generalmente, padres, hermanos o hijos). Estos últimos están experimentando un crecimiento importante y son una buena opción para aquellos pacientes que no disponen de donante.

"El trasplante autólogo cura por la quimioterapia previa, y el alogénico cura por dos motivos: por la quimioterapia previa, y por el sistema inmune del donante que vamos a poner al paciente. Ese sistema inmune del donante lucha contra los restos de enfermedad, si los hubiera", explica Soledad González Muñiz, hematóloga responsable del programa de trasplante del HUCA. Al realizar un trasplante, "toda la sangre de un individuo, y todo su sistema inmune, se formarán a partir del donante", agrega la doctora González Muñiz. El receptor puede cambiar de grupo sanguíneo.

La quimioterapia para eliminar la médula enferma deja al paciente en situación de aplasia, sin defensa alguna. Por eso se hace imprescindible un periodo de aislamiento en una habitación del hospital. Entre tres y seis semanas ha de estar el enfermo encerrado con el acompañante que haya elegido. "Es un proceso duro. La quimioterapia está haciendo su efecto, el paciente necesita transfusiones de sangre casi a diario, y empiezan los síntomas más temidos: mucositis, llagas en la boca que necesitan incluso morfina; pérdida de apetito e imposibilidad de tragar; y puede haber infecciones, a veces muy peligrosas", relata Ana Julia González Huerta, hematóloga responsable de la planta de hospitalización de adultos del HUCA. "Pasadas esas semanas, vemos a través de las analíticas, diarias, que la médula nueva empieza a funcionar. El paciente mejora mucho de un día para otro. Es el periodo más agradecido", precisa Ana Julia González Huerta.

Al contrario de lo que sucede con los órganos sólidos, el trasplante de médula ósea en sí mismo es un procedimiento muy sencillo, nada espectacular, que consiste simplemente en infundir en el paciente las células madre sanas, como si fuera una transfusión normal. Lo crucial en estos procesos -enfatizan las doctoras Muñiz y Huerta- se centra en controlar las complicaciones posteriores.

Complicaciones que, como en el caso de Álvaro, el niño al que mencionamos al inicio de estas líneas, pueden obstaculizar el procedimiento curativo. Sin embargo, en una amplia mayoría de los casos actúan los medicamentos, actúan los médicos, y se reproduce el "milagro" de la curación que hoy celebra la familia del pequeño karateca gijonés.

MATÍAS PRENDES ARANGO | Natural de Cudillero, 52 años, afectado por un Linfoma no Hodgkin

"Estoy esperando el alta para comer un plato de berzas"

Matías Prendes Arango ha sido sometido a un trasplante de médula, y permanece ingresado en la planta novena del Hospital Universitario Central de Asturias (HUCA), en una habitación con espléndidas vistas al sur (sierra del Aramo) y al este (Prado de la Vega, La Corredoria, Siero...):

"El linfoma no Hodgkin me lo diagnosticaron hace diez años. Tenía 42. Me salió un bulto detrás de la oreja. Empezaron a darme antibióticos y todo eso, pero no respondía. Me hicieron una biopsia. Hasta entonces, me llevaba el servicio de cirugía, pero el resultado me lo dieron los médicos de Hematología. ¿Cómo reaccioné? Un poco asustado los primeros días; después, vas asimilándolo. Empezamos dando quimio y radioterapia, y muy bien. Después, recaí, también detrás de la oreja, y lo mismo, pero ya sabía lo que era. Era el mismo linfoma porque nunca cambió: ya somos amigos. Volví a recaer, y me hicieron un autotrasplante. Resultó muy bien durante unos años.

"El pasado junio, volvió a salir, aunque el linfoma no daba la cara. Empecé a no poder con el cuerpo. Yo quería tirar para adelante, pero el cuerpo no me dejaba. Si quería comer, no me dejaba comer. Si quería andar, no me dejaba andar. Si quería hacer algún trabajín en casa, tampoco podía: me tumbaba. Esta vez estaba mucho más cansado, fui perdiendo peso, ya no podía comer nada ni hacer nada... Fui bajando, bajando, hasta que me ingresaron. No quise que nadie entrara conmigo al aislamiento. Preferí estar solo. Traje libros, la tablet, juegos, sudokus... la maleta llena de cosas. Tuve la suerte de que uno de mis hermanos era compatible conmigo. Lo he llevado bastante bien y creo que di poca guerra. En el hospital, muy contento con todo. Sólo me quejo de que haya que pagar para ver la televisión. Ahora, me encuentro muy bien. Tengo muchas ganas de que me den el alta para comer un plato de berzas".

VERÓNICA DEL FUEYO ÁLVAREZ | Gijonesa, 45 años, activista pro donación de médula, enferma de mielofibrosis

"Es clave donar; un enfermo sin donante se muere, así de claro"

Verónica del Fueyo Álvarez, de Gijón, fue trasplantada de médula el pasado mes de septiembre. Forma parte de la plataforma "Médula para todos-Asturias", que promueve la donación de médula ósea:

"Llevaba muchos años diagnosticada, desde 2002, pero mi enfermedad fue mutando. Me fui montando una película: creía que el trasplante iba a ser mucho más difícil de afrontar y que iba a encontrarme mucho peor. Me negaba a trasplantarme: quince años luchando contra mí misma. Al final, me convenció mi hematóloga de Cabueñes, Esther González. Tengo tres hermanos, pero ninguno era compatible. Me comunicaron que habían encontrado dos donantes. Me emocioné mucho, es una bomba que para ti encuentren dos donantes. Una era compatible al 100 por ciento; la otra, al 90 por ciento. Al final, mi donante fue la del 100 por ciento. Sólo sé que es una chica alemana de 31 años. Gratitud total y eterna, siempre lo diré.

"Mi enfermedad, una mielofibrosis degenerativa, no conlleva un riesgo inmediato. Entré en aislamiento el pasado 8 de septiembre y salí el 13 de octubre. A lo largo del día sufres muchas fases: risas, lloros, sufrimiento... Tuve que cambiar mucho mi actitud, ser más positiva, pensar en el día a día, no en mañana. Me sirvió muchísimo. El 16 de septiembre, me transfundieron. Mientras estuve en aislamiento, el apoyo fue brutal: mi familia, mis hermanos que se metieron conmigo en el aislamiento, mis amigos... Mensajes, watsapps, todo el mundo enviándome energía.

"Ahora me encuentro mucho mejor. Con mis días y mis cosas, pero no puedo quejarme. Casi no me lo creo. Es muy importante vivir el día a día y disfrutar del momento. A los futuros pacientes les transmitiría dos mensajes: tranquilidad, y que están en muy buenas manos: de los médicos, de los enfermeros, de todo el personal. Es increíble el trato humano que te dan. Ellos hicieron que todo saliera bien. Entré supernerviosa, y fue pasar la puerta y acceder a otro mundo: me sentí siempre superapoyada, superarropada... Y ahora sigo estándolo en mis revisiones semanales.

"Cuando me metí en el movimiento ´Médula para todos´, me propuse paliar la falta de información. Nuestra labor principal es concienciar a la gente, porque encontrar un donante compatible es muy difícil. Cada día surgen nuevos casos, muchos de ellos de niños, que si no encuentran un donante se mueren. Así de terrible. Hay que ponerse en el lugar de los demás, de esa necesidad, de esa angustia. Eso lo tengo tatuado a fuego".

NOEMÍ CANDANEDO RIERA | Vive en gijón, madre de Álvaro, que fue trasplantado en 2014

"Lo que vemos ahora de mi hijo Álvaro es un milagro"

A Álvaro Fernández Candanedo le diagnosticaron una leucemia cuando tenía trece meses. Ahora tiene 5 años. Su madre, Noemí Candanedo Riera, relata con emoción un proceso de inusual dureza:

"Álvaro nació el 3 de noviembre de 2012. Era un niño aparentemente sano. Todo empezó por unas molestias que los médicos pensaban que era una otitis. Empezaron a salirle moretones. El 22 de diciembre de 2013, día de la Lotería de Navidad, una médica nos comentó que tenía una enfermedad en la sangre, y que probablemente era leucemia. A partir de ahí, descubrimos un nuevo mundo. Lo único que nos preguntábamos era si habíamos hecho algo mal durante el embarazo, o en esos meses. Nos enviaron al HUCA. Empezamos las pruebas, la UCI, la quimioterapia... Al final, llegamos al trasplante, con muchísimo apoyo de las médicas. Son maravillosas las dos. Siempre nos hablaron con mucha confianza. Estoy muy agradecida al hospital, a la sanidad pública, a todo... Descubrí el mundo de las plaquetas. Yo estaba obsesionada: ´¿Han subido las plaquetas?´ ´¿Cómo van las plaquetas?´. Estuvimos aislados los dos en el hospital. El trasplante fue el 2 de octubre de 2014. Era de un cordón umbilical de un donante no emparentado, porque no éramos compatibles ni mi marido ni mi hijo mayor, que tiene once años, ni yo.

"Lo complicado vendría luego, como nos habían advertido. Álvaro cogía mucho peso, no se sabía por qué. Era un problema hepático. Hubo una noche que nos dijeron que era muy importante. Estaba en la UCI lleno de máquinas, superentubado, como Jesucristo crucificado. Y, poco a poco, fue recuperando, luchando... Fue un ingreso muy largo: desde el 23 de septiembre hasta el 2 de enero. El 24 de enero tuvimos que volver porque tenía un problema en la barriga, muchísimo líquido. Tuvimos que ir a Madrid a hacerle una biopsia. Llegamos al hospital de la Paz, y vimos la gran diferencia entre este HUCA tan maravilloso y otros que están mucho más deteriorados. El cirujano hablaba de hacer un trasplante de hígado, pero el oncólogo dijo que había que esperar. Aún no tenemos un diagnóstico de Madrid. Nadie sabía lo que tenía. Le colocaron un aparato para que el líquido fluyera y dejara de tener tanta tripa.

"Ahora, Álvaro está genial. En el colegio disfruta muchísimo. El colegio Miguel Hernández, de Gijón, es muy familiar. Ha empezado tarde al colegio, y le costó hacer amigos, pero ahora está muy integrado. Toda nuestra familia se ha portado increíblemente. Lo que vemos ahora de Álvaro es un milagro. Va a guitarra y a kárate. Todo lo que han hecho los médicos es maravilloso. Yo doy gracias a Dios todos los días. Cuando lo veo cada mañana, lo toco y no me lo creo".